Y ¿no vais a tener otro?

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Foto: Pixabay

La verdad es que nunca he sentido mucha presión social para que tuviera hijos. Ni mucha ni poca, en realidad. Quizá porque me he movido siempre en un entorno de mujeres bastante poco tradicionales que huían de hijos, de matrimonios e incluso de parejas. O quizá porque, como era algo que yo siempre había querido hacer, como siempre he sabido que algún día quería ser madre (aunque ese día lo fuese retrasando una y otra vez dándome treguas bienales desde los veinticinco), nunca me he sentido empujada a algo que no entrase en mis planes, mis deseos o mis necesidades. Y hete aquí que fue parir a mi hija y comenzó el acoso.

¿Por qué esta presión social por tener, necesariamente, más de un hijo? Una vez que te lanzas al primero, ¿es obligado continuar? ¿Quién decide el número? ¿No deberías ser tú, y tu pareja, quienes lo hicierais? Al fin y al cabo, todos nos plantamos en un número. ¿Por qué está tan mal visto que ese número sea uno?

Papá siempre había pensado, en su imaginario personal, que tendría dos hijos algún día. Quizá tres, incluso, si se diera el caso, aunque lo veía dudoso. Pero dos seguro (ahora ve dudoso hasta eso). Yo, en cambio, siempre me moví entre uno y dos. Y más bien tirando a uno. «Déjame parir el primero, que ése te lo garantizo, y ya te digo si repito», era mi frase. Movida principalmente por el terror que me daba pensar en el parto y que, lamentablemente, se vio confirmado. Eso de comprometerme a ciegas a repetir se me hacía un mundo.

Paradójicamente, después de haberme visto enfrentada a todos mis terrores, me siento más preparada que antes para arriesgarme a un segundo intento. Quizá porque en esa segunda ocasión, si algún día llega, voy a estar empoderada desde el principio. Quizá porque ya sé que soy capaz. Quizá, simplemente, porque el miedo que más asusta es el de lo desconocido. Y ya lo conozco.

Pensaba que sería ésa la clave pero no es así. Tras una temporada post-traumática muy intensa, el tiempo lo va poniendo todo en su lugar. Si decido no tener más hijos, no será por eso. Y te lo digo yo, que los primeros MESES tras el parto respondía con contundencia a las preguntas de ginecóloga y matrona en todas las revisiones:

– ¿Método anticonceptivo?
– ABSTINENCIA.

Pero todo eso va cambiando. Al igual que el útero, tras el parto, el miedo y el dolor menguan hasta ocupar nuevamente el lugar que les corresponde. Me encantaría que las cosas fueran como en Dumbo, hacer un encargo y que la cigüeña, con carpetilla y lápiz, hiciese volar suavemente en mi dirección un paquetito enlazado. Pero, hasta donde yo sé, a los hijos hay que seguir pariéndolos… así que, si finalmente me animo, no tocará otra que volver a hacerlo.

Son otras las claves de la duda… Si tenemos energía suficiente para dos. Si tenemos paciencia suficiente para dos. Si tenemos ganas suficientes para dos. Porque no se trata de tener otro. Se trata de tener dos a la vez. Y eso parece una perogrullada mayúscula, pero no lo es.

Y es que influyen muchos factores a la hora de dar los pasos que conformarán tu familia. Por ejemplo, la edad. Si yo tuviera diez años menos, veo muy probable que nos volviésemos a animar. Con el tiempo. Tras descansar un poco, cuando la añoranza de ese bebé diminuto que fue tu hijo en un principio te mueve a volver a iniciar la aventura. Pero el tiempo no pesa lo mismo en todas las edades. Y a mí, ahora, me pesa. No puedo quitarme diez años y no sé si quiero empezar de nuevo con los que tengo.

¡Eso se hace solo, mujer!, me dirás. Pero no, no es así. Y menos en un modelo de crianza como el que yo he escogido, que requiere tiempo, paciencia y energía. El tiempo no es problema, siempre que siga por este camino, dejando en stand-by mi vida profesional para ser, principal y casi exclusivamente, mamá. La paciencia no me preocupa, uno de los grandes regalos de mi maternidad ha sido descubrir que, en este aspecto, tengo un saco sin fondo. Pero la energía… ¡Ay, la energía! Mi gran obstáculo siempre. Yo, que vivo perpetuamente cansada. ¿La tengo?

Mentiría si te dijera que no fabulo, en ocasiones, acerca de cómo sería tener otro bebé. De qué color serían sus ojos, cuál sería su carácter, cómo serían las cosas si fuéramos cuatro. Hay algo que me asusta en ese cambio, algo de lo que algún día hablaré a ver si, escribiéndolas, me ordeno las ideas. Pero también hay algo que me atrae.

Y en ese tira y afloja transcurre esta etapa.

En saber si quiero tener otro hijo o no, en intentar descifrar si las ganas son mías, mías de lo más hondo, de mis pulsiones como mujer y como madre, o impuestas desde fuera, porque siento que debo demostrar que soy capaz de tener otro hijo. Que no soy una floja, que no soy una vaga. Que no soy una egoísta.

En tratar de comprender hasta qué punto me afectan los comentarios carentes de la empatía y la prudencia más elementales que me llegan de cuando en cuando: «Pero, ¿no vais a tener otro? ¿En serio? ¿La vais a dejar sola? ¿¿En serioooooo??». Hasta qué punto me están forzando a pensar antes de tiempo las cosas, sin sentirme preparada del todo.

En conseguir desanudar lo de dentro y lo de fuera para ver qué es lo que quiero YO.

No sé qué haremos al final, no sé hacia dónde acabaremos cayendo. Durante un tiempo, cerramos la puerta con candado y siete llaves. Después, inexplicablemente, la abrimos. Los dos a la vez. ¿Significa eso algo? No lo sé. Lo estamos volviendo a pensar, lo estamos volviendo a hablar, pero oscilamos del sí al no, y del no al sí, como si estuviéramos en el balancín del parque.

Supongo que aún es pronto. Nuestro caso particular ha sido extenuante, necesitamos recuperarnos de este año y medio largo sin dormir. Antes de tomar ninguna decisión necesito recuperar los siete kilos que me faltan de los diez que perdí por el camino y que no me sobraban (con lo bien que me podía haber venido si no). Y al menos la mitad de las neuronas que se me quedaron fritas en el desvelo.

Y, sobre todo, necesito encontrar la fuerza y la calma necesarias para cerrar ojos y oídos al mundo, ése que presiona, que opina, que sentencia, que cuestiona, que juzga. Para saber qué quiero realmente. Para sentir que soy libre de decidir. Sin tener que justificar ante nadie mi decisión.

Puede que, en un futuro, nos convirtamos en una bella familia de cuatro, y otro pequeño milagro se nos sume, y estemos de fábula. Pero a lo mejor decidimos ser una bella familia de tres, con el milagro de ojos azules que ya nos acompaña en el camino y nos hace felices cada día. Y, si es así, seguro que también estaremos de fábula. No será ni mejor ni peor. Sólo distinto.

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16 comments

  1. Melina says:

    Hola! Me identifico completamente con todo lo que dices, ya tengo un maravilloso niño de 10 años, desde hace mucho me pide un hermanito pero mi experiencia post parto no fue del todo buena, me deprimí, el hecho de no dormir me enloqueció, la amamantada fue terrible, sufrí muchísimo y siempre la presión de la familia alrededor de que debía hacerlo no importaba como me sintiera. Mi esposo me insiste que debemos darle un hermano a nuestro hijo y yo en el fondo, idealizando un poco me gustaría pero temo pasar por todo lo que pase de nuevo, creo que tener que ocuparme de un nuevo bebé a los 41 ya se me haría muy pesado, ahora justo que empiezo a sentirme de nuevo yo. Seré egoísta? Mi esposo dice que debbe os hacerlo por nuestro hijo, para que no esté solo cuando ya no estemos. Ojalá me podáis ayudar!

  2. Mar says:

    Hola! Hoy he dado con tu blog y he leído esta entrada con la que me siento muy identificada. Por curiosidad, ya habéis decidido algo?. Nosotros ahora mismo tiramos a que no, necesitaríamos más tiempo y claro, el tiempo pasa….Lo cierto es que cada día me parece más sensato plantarme y me reconcilio más con esa idea. Por una parte me da un poco de pena, pero por otra parte, creo que hay un condicionante social muy grande referente a que es positivo, del que es mejor liberarse para tomar una decisión tan tan importante.

    • Carita says:

      Hola Mar! Pues la verdad es que volvemos a oscilar al no, tras esa apertura del comienzo del verano en la que nos empezamos a visualizar en un futuro con otro peque. Estamos en una etapa muy feliz, estamos a gusto, vamos viendo cercanos planes que antes estaban muuuuy lejos, como viajar con la peque o tener un poco de tiempo de romance los dos si se queda una noche con los abuelos, nos gusta mucho la relación que mantenemos los tres, ese papá y mamá alrededor de ella y el vínculo tan especial de cada uno con ella… Y por otro lado vemos interacciones entre hermanos y la sobrecarga de energía que conlleva para sus padres, vemos que con dos peques la vida ya sí que durante unos años cambia radical… y no estamos nada seguros de estar preparados para algo así o de desearlo. Creo que tienes razón en que el condicionante social «obliga», convirtiendo ampliar la familia en algo exclusivamente positivo y dejarla así en algo exclusivamente negativo. Cuanto más reflexiono sobre ello veo con más claridad que cada camino tiene su parte positiva y negativa, su recompensa y su sacrificio, su pro y su contra. Así que, por ahora, nos vemos en un futuro los tres. Sigo pensando que igual dentro de un tiempo me apetece y tira más, y sale de dentro repensarlo, pero que con la edad que tenga en el momento en que lo sienta, es muy probable que sigamos en el no. Pero… ¡nunca se sabe! Lo mismo un día nos da un arrechucho y nos lanzamos sin red y sin pensarlo. Que es como se toman muchas de las decisiones más importantes de la vida. ¿Te aclaro algo o casi lo pongo peor? 😀

      • Mar says:

        Jajajaja pues es que yo estoy igual que tú, y además opino lo mismo. Hoy por hoy estamos en que no, otro hijo nos pondría muy al límite por no decir que en algunos aspectos nos sobrepasaría…así que a ver qué pensamos a la vuelta de un tiempo, alejándonos de idealizaciones o prejuicios y pensando lo mejor para nuestra familia y sobre todo, y no menos importante, para nosotros mismos.

  3. mariposita says:

    Siempre he tenido claro que queria dos, incluso tres. Y tengo la idea esa a pesar de que mi niña tiene 7 meses. Pero pienso mucho y mucho rato si seremos capaces de tener dos… de lo que conlleva todo. Dicen que el mayor cambio pasa de 1 hijo a 2. Que de 2 a 3 se nota menos…. ya lo iremos viendo!!

    • Carita says:

      Gracias por tu comentario! Uffff, yo tres ya sí que no me veo. No tengo energía física para tanto! Yo creo que sí hay un cambio notable de uno a dos. Con uno tienes más controlado lo que sucede. Sabes que si duerme puedes «descansar», puedes turnarte mejor. Con dos ya es más complicado. Date tiempo hasta que se aclaren las ideas y los sentimientos y sigue tu instinto 🙂 Un abrazo!

  4. Carina says:

    Yo siempre he querido tener dos, pero el segundo ya cuando mi hija tenga 3 años o asi. Despues de la cesarea me dijeron que tenia que esperar 1,5-2 años y dije que sin problema 🙂 Al principio fue muy muy duro porque lloraba todo el rato porque tenia hambre. Alli perdi un poco las ganas de tener otro. Ahora con biberón duerme bien y no lo veo tan negro.

    Por cierto, me gusta mucho tu blog. Yo tambien soy fisio 🙂

    • Carita says:

      Gracias por tu comentario! La verdad es que lo del dormir es fundamental… estoy segura de que si las cosas no se hubiesen torcido en nuestro caso y Bichito hubiese seguido durmiendo 7-8 horas seguidas como hacía, yo estaría mucho más animada. El desgaste ha sido tan brutal que ha sido imposible siquiera planteárselo y el tiempo va pasando. Veremos qué pasa al final! Muchas gracias por tus palabras, si eres fisio te gustará el artículo que estoy preparando sobre colgonas 🙂 Un abrazo!

  5. Ju Liam says:

    Yo si quiero otro bebe <3
    soy de las que pienso que no se ''destrona'' a nadie ni se divide el corazón, solo que el corazón de una mamá con 2 hijos se hace el doble de grande.

  6. Ratoncito says:

    Pues la presión social no la he sentido, más que nada porque desde el día siguiente después de parir fui yo quién decía: «Quiero otro!» Y así seguí hasta ahora…teniendo claro que quería repetir el milagro. Será porque tuve suerte y mi parto fue bueno, la lactancia nos costó muchas lágrimas al principio pero pasó y se arregló también, y mi nena ha sido de dormir bien por las noches. O será porque lo de ser mamá desde pequeña ha sido mi sueño, mi objetivo….y me he encontrado en el rol. A veces me da por pensar que quizás eso no es bueno, que debería aspirar a más a nivel profesional, que tiré las oportunidades en ese sentido (en mi caso la presión social viene más bien por ese lado, mi madre y mi familia piensan que me conformé con menos a lo que podía aspirar)…pero yo lo siento así, de momento me gusta más ser mamá que otra cosa. Que si luego tengo ganas, me pondré de nuevo con el tema de la carrera profesional, buscaré nuevos proyectos….ahora mismo no me apetece, quiero disfrutar los primeros años de mi peque todo lo que pueda. Que no vuelven. Quizás las oportunidades laborales tampoco, pero me daría más pena perderme lo primero.
    En fin que me enrollo…Estoy desde hace unos meses con la duda, por un lado me atrae volver a sentir la alegría del embarazo, las primeras patadas, la intriga que será y cómo será, el olor de un bebé recién nacido..por otro, me da penita por mi ratoncilla, «destronarla» y tener menos tiempo y energía para ella. Pero creo que nos animaremos pronto…. 😉

    • Carita says:

      Gracias por tu comentario! Está claro que cuando te preguntan sobre algo que quieres hacer no hay presión social… El problema es cuando te insisten y tú NO sabes si quieres o no. Supongo que si las cosas hubieran salido diferentes, durmiendo como dormíamos al principio, desde el principio, sin lo que nos pasó, me sentiría diferente yo también. Coincido contigo en la necesidad de aprovechar este tiempo con mi pequeña y en ese puntito de pena si llega el caso. No tanto por ella sino por ambas, este vínculo único que tenemos, metiendo otra personita en la ecuación. Me alegro mucho de qe lo tengas tan claro y estés tan contenta! Un abrazo 🙂

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