No hay ninguna razón fisiológica que provoque que los niños se mareen viajando a contramarcha. Sin embargo, es uno de los miedos/mitos/razones más frecuentes por los que los padres dudan a la hora de colocar a los peques de espaldas al sentido de la marcha, la forma en que los menores de cuatro años viajan seguros en el coche. ¿Por qué? ¿Qué nos hace temer que el niño se maree viajando de espaldas? ¿Hay alguna razón fundamentada para llegar a esa conclusión? ¿En qué nos basamos? Veámoslo.
Niños vs. Adultos
Tenemos la costumbre de pensar que los peques, a nivel físico, son una especie de «adultos en tamaño reducido» y que podemos extrapolar lo que nos ocurre a nosotros en un situación porque a ellos les ocurrirá lo mismo. Pero hay muchas diferencias anatómicas, biomecánicas y fisiológicas entre ambos.
Por ejemplo, los menores de cuatro años tienen un alto riesgo de sufrir lesiones medulares graves o mortales ante un impacto en el que un adulto sufriría un síndrome de latigazo cervical de pronóstico leve. ¿Por qué? Por la diferencia (abismal) del peso de su cabeza, sus proporciones y su nivel de maduración y desarrollo muscular.
No quiero extenderme mucho y ponerme en modo fisio pero sí creo que este ejemplo tan gráfico y vital puede ser útil para que comprendamos que no podemos extrapolar lo que «nos pasaría a nosotros». Si colocamos a un peque a favor de la marcha, su cuerpo no reaccionará como el nuestro a la hora de resistir un impacto.
Por eso, si nosotros nos mareamos cuando nos ponemos de espaldas… no tiene por qué ocurrirle a nuestro peque.
Dirás, a mí eso me pasa. De frente voy bien y, de espaldas, ¡me agarro una….! E, igual que te pasa a ti, me pasa a mí, que soy bastante propensa al mareo. Pero mi niña va tan pichi a contramarcha.
Y tiene una explicación.
Los adultos podemos sentir mareo si viajamos de espaldas porque nuestro cerebro está «programado» para entender que el sentido normal del desplazamiento es hacia delante, de la misma forma que podemos sentirnos mareados en una escalera mecánica estropeada, que no se mueve como estamos acostumbrados.
Seguro que esto último te ha ocurrido alguna vez. Según te acercas y ves que está estropeada, tu cuerpo se prepara y, en el momento en que pisas la escalera en sí, te tienes que agarrar durante los primeros segundos porque sientes que todo se mueve, que pasa algo raro. Tu cuerpo reacciona como si, efectivamente, algo se moviera. ¿Por qué? Porque es lo que tu cerebro está entrenado para pensar. Durante mucho tiempo lo hemos acostumbrado a que ese tipo de escalera tiene ESE tipo de movimiento. Se ha generado un patrón, y tu cerebro se rige por ese patrón para definir la «normalidad».
El sistema vestibular de los niños, sin embargo, aún no está formado. No ha tenido tiempo de registrar ningún patrón como normal o anómalo y, por tanto, no va a tener este problema.
Para el cerebro de un niño, viajar de espaldas es tan «normal» como viajar de frente.
Y, entonces, ¿por qué se marea?
Bueno, pues puede ser por muchas razones. Hay diversas patologías y situaciones que pueden provocar que el niño se maree pero esto será independientemente del sentido en el que viaje en el coche:
Cinetosis
Cuando el cuerpo está parado pero todo alrededor se mueve, puede producirse una pérdida de equilibrio. Si la información aportada por los sistemas de orientación de nuestro organismo es confusa e incoherente, se produce el mareo.
La «falta de coordinación» entre las sensaciones que envían vista y oído interno (movimiento) y las que nos envían nuestra musculatura y sistema óseo (quietud) provoca que el cerebro no pueda integrar los datos de forma normal. Resumiendo: nos mareamos.
Entre los dos y los doce años, el desarrollo del laberinto hace que los peques tengan mayor sensibilidad al mareo cinético, aunque muchas veces esta propensión se mantiene en la etapa adulta.
Golpe de calor
Un excesivo calor dentro del coche o un fuerte contraste al subir desde el exterior frío puede alterar el organismo y favorecer el mareo.
Falta de hidratación
O lo contrario, haber bebido mucho de golpe justo antes de subir al coche o en marcha.
Alteraciones digestivas
Mala digestión, reflujo, haber comido demasiado o tener mucha hambre… Ya se sabe que un estómago que ande pichí pichá y el coche no son buenos amigos.
Olores intensos o desagradables
Ese olor que queda en el circuito de ventilación tras quitar el aire acondicionado, el tufo a gasolina que se te mete en el coche tras repostar y otros olores fuertes pueden producir mareo o náuseas en personas con olfato delicado (de todas las edades, ojo, no sé tú pero a mí me queda mal cuerpo un ratillo, hasta que lo disipo de la nariz y el recuerdo).
Herencia
Puede existir un aumento en la sensibilidad del oído interno al movimiento, trastorno heredado de los padres. Si te mareas mucho o con muy poca cosa, es posible que tus hijos tengan la misma predisposición.
Sugestión
Saber que en determinadas circunstancias sueles marearte (cuando hay muchas curvas, cuando viajas en el asiento de atrás, cuando lees algo) o temer que vas a marearte son infalibles para acabar, efectivamente, mareándote. A los peques les puede suceder igual. Por ello, procura no expresar ninguna duda en voz alta delante de ellos sobre si se marearán viajando a contramarcha. Es posible que escuchar tus dudas las convierta en una profecía autocumplida.
Nota importante: vomitar no es sinónimo de marearse. Es posible que el peque vomite pero no se maree en el coche, y la causa del vómito no tenga nada que ver.
Y yo ¿puedo hacer algo?
Lo mejor que podemos hacer es prevenir. Evitar subir al coche tras grandes comilonas o con el estómago vacío, hidratar bien a los peques, abrir las ventanillas si el ambiente está enrarecido o comienza el mareo, mantener una buena temperatura en el coche, intentar no conducir en plan Rally… Evitando los estímulos que pueden provocar un mareo, minimizaremos la posibilidad de que aparezca.
También podemos procurar, sobre todo en viajes largos, que las horas de conducción y sueño coincidan. Mientras el peque vaya dormido no se producirá el mareo por lo que esta costumbre puede ahorrarnos muchos quebraderos de cabeza.
Curiosamente, algunas recomendaciones insisten en desaconsejar viajar de espaldas, relacionándolo con un empeoramiento de la cinetosis. Esto no sólo no es así sino que viajar a contramarcha puede ser de ayuda. Si tenemos que buscar un punto fijo, lejano e inmóvil al que mirar para evitar o reducir el mareo, va a ser mucho más sencillo yendo de espaldas y centrando la vista en la lejanía a través de la luneta trasera que viajando de frente y viendo pasar mil cosas a toda velocidad o quedándonos medio bizcos fijando la vista en el asiento delantero e intentando no ver nada más.
En cualquier caso, de entre todo lo que se puede hacer para evitar el mareo, lo que desde luego no te aconsejaría es cambiar a un menor de cuatro años a favor de la marcha. No sólo porque el riesgo me parece inasumible sino porque, como ves, mareo y contramarcha no van necesariamente unidos.
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