Soy una madre enamorada y orgullosa. Saco el móvil en cuanto me dan una excusa para enseñar mi fondo de pantalla, que tiene, obviamente, la carita linda de mi hija. Y es linda de verdad, no es amor de madre. Tiene unos ojos cristalinos con los que todo el mundo se maravilla, un pelazo de anuncio que no he tenido yo en ninguna década de mi vida y es TAN tierna en sus rasgos y sus gestos, en su sonrisa y su inocencia. Por si fuera poco, tengo un blog de maternidad que me conecta con miles de personas. Tengo tantas fotos bonitas, tantos vídeos, tantos momentos que me encantaría compartir. Es una pulsión muy difícil de resistir. Muy, muy difícil. ¿Qué me frena?
1. Que me asusta
Y además me asustan varias cosas, en distintos grados de preocupación:
Que sus fotos acaben en manos de un zumbado al que le voy dando datos sin darme cuenta (los sitios por los que nos movemos habitualmente, qué se yo, cualquier cosa reconocible) o en una red de pederastia infantil (jamás comprenderé que existan, pero existen). Es quizá el miedo más abstracto porque no lo veo «probable», porque me queda tan lejos que suena a que me hablen del Coco para no dormir. Pero está ahí, soy muy consciente de que es una ilusión de seguridad porque, aunque sea difícil encontrarse un pirado o una red de pederastia, estoy convencida de que todos los que haya están metidos en redes buscando a ver qué pillan. Es lo más fácil y lo más lógico.
Que esas fotos en algún momento se traduzcan en acoso escolar. Este miedo ya se me hace más cercano, más tangible. Es tan fácil ir al supermercado de las redes sociales y hacerse con munición para reírse del otro. Y lo peor es que no sería por lo que hubiera colgado ELLA, tomando una decisión consciente, si no por lo que hubiera colgado YO por ella. Qué responsabilidad y qué carga.
Que Facebook (o Instagram o cualquiera de ellas) las ceda o las venda, con el derecho que le otorgamos (la mayor parte de las veces desde el desconocimiento) al subirlas a su plataforma. El día que descubrí los derechos que cedes cuando subes una foto a una red social, me quedé blanca. Esto no tengo claro si me asusta o me cabrea pero vamos a resumirlo en que no me gusta un pelo. Hace tiempo escribí un post sobre ello.
Cuando subimos una foto a redes, dejamos de controlarla. Creemos que sí, pero no. Podemos acotar en todo lo posible las opciones de privacidad (y al subir fotos de niños, desde luego conviene hacerlo) pero es imposible controlarlo todo. Y en el mundo en el que hoy vivimos, eso me asusta.
2. Que en el fondo de mi alma siento que no debo
Lo pienso siempre y lo digo aquí y allá muchas veces. Tengo en borradores un post de esos que me nacen de dentro, sobre este tema. Mi hija es, evidentemente, mía. Pero no es «mía». Es una personita independiente de mí (auch, quiero que sea «mía» y poder estrujarle el culete de por vida…), es una personita que tiene derecho a todo lo que tengo derecho yo. Y, precisamente, quien debe velar por esos derechos mientras ella sea pequeñita soy yo.
Yo debo velar por su derecho a ser quien decida sobre sí misma, sobre su cuerpo, sobre su imagen, su intimidad y su privacidad. Hay algunas decisiones sobre estos puntos que están delegadas en mí durante una larga temporada. Si hay que ponerle una inyección decido yo aunque se trate de su cuerpo. Pero no sentí que debiera decidir por ella sobre ponerle pendientes, por ejemplo, y por eso no lo hice. Bueno, no lo hicimos, en plural, que luego el padre de la criatura lee mis posts y me riñe con que parece que crío sola XD. Para nuestra gran suerte, hay muchas cosas importantes en las que estamos en total sintonía. Esta es una de ellas.
¿Quiere mi hija que la exponga en internet? No lo sé. Es demasiado pequeña para comprender lo que implica. De mi madre lo tengo claro. O de mi padre. No quieren. Y es un no claro y rotundo. No quieren redes, no quieren compartir datos, ni fotos, ni nada. Pero, ¿mi hija? Tiene 4 años, no lo entiende.
¿Tengo derecho yo a exponerla mientras es demasiado pequeña para entenderlo? No lo sé tampoco, con toda sinceridad y sin juzgar a nadie. Es que no sé si los padres tenemos ese derecho, por mucho que subamos fotos con cabeza y por mucho que lo hagamos con todo el amor del mundo. No subiría nada de mis padres a redes sin su permiso (y si lo hago igual me cae la del pulpo). No tengo el permiso de mi hija, evidentemente. ¿Me exime que sea pequeña para darlo? ¿O todo lo contrario? Esta es la reflexión que llevo haciéndome en bucle desde que nació.
3. Que no quiero perder mi norte
Esto ya es muy, muy mío, que soy un poco ermitaña en estas cosas. Zuckerberg conmigo no se come un colín (como ya habrá comprobado en el muro de mi perfil personal, primo hermano del Death Valley). Pero defiendo mi privacidad como un perro con su hueso. Bastante me desespera ya que Google sepa más de mí que mi madre o ver cómo salen anuncios de cosas que he hablado por Whatsapp.
Y bastante de mí hay ya en lo virtual, desde que tengo el blog. En este equilibrio me sostengo trabajosamente. El de no querer estar y el de sentir que si estoy puede servir para algo bueno. Por eso comparto muchos pequeños detalles íntimos de mi forma de enfocar la crianza, de todo aquello que vivo en mi maternidad y creo que puede servirle a alguien si lo muestro. Me expongo mucho más de lo que quisiera pero creo sinceramente que eso puede ayudar, que aporta. Como me han ayudado y aportado a mí, al otro lado, otras personas que tuvieron la generosidad y el valor de mostrarse.
Eso vale. Aceptamos barco (de momento, es un sentimiento en permanente revisión). Pero ¿a quién le ayuda o le aporta algo una foto de lo requetemona que es mi niña? Tal vez a mí, que me hincharía como un sapo, orgullosa y más feliz que una perdiz. Pero eso ya lo tengo cuando voy al banco y enseño el fondo de pantalla.
No quiero entrar en esa espiral. No quiero caerme por el agujero de los likes, no quiero necesitar el subidón de los me gusta y me encanta, del aluvión de comentarios, de los amigosdefacebook (que no es sinónimo de amigos) o los seguidores. No quiero que nada de eso se meta en mi maternidad, en mi vida, en mi niña. No quiero perder mi norte y desviarme de lo importante: lo real.
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Hola
Está buscando por internet las diversas opiniones que tiene al frente de este tema mucho antes desde que mi hija naciera ese tema lo tenía bien claro no publicar ninguna foto de ella en las redes sociales, pensé que era la única que pensaba así y que pensaba que era una locura pero leyendo esto no soy la única que piensa así sobre este tema de la privacidad de los hijos hay muchas que piensa así y ayuda muchísimo esto gracias
Hola Jennifer! La verdad es que hay que tener mucho cuidado con el tema exposición y redes… Un abrazo!
!Hola!
Yo también seré diferente pero no quiero fotos de mi hijo en ninguna red social , que viva su infancia apartado de todo este caos de las redes sociales. Estamos tan expuestos a cosas negativas y sumergidos en cosas superficiales .Si es verdad que mando algo por Whatasp puntualmente ya que vivo fuera de España pero hasta eso me cuesta. De momento todo el mundo ha sido respetuoso con mi decision. Es duro escaparse de la dictadura digital.
Muy interesante el blog.
Hola Mónica! Es muy complicado escaparse, sí. Yo a veces pienso que las redes no son redes que conectan sino redes que te atrapan, y ahí andamos todos como sardinas. Tienen cosas muy positivas pero, desde mi punto de vista, hoy día ocupan demasiado. A lo mejor en unos años se pasa un poco la fiebre de la novedad y se usan con más equilibrio. Gracias por tu comentario! Un abrazo
Pues pensamos bastante parecido… yo si he subido alguna foto de él, o vídeos, pero siempre lo hago cuando sale de espaldas, cuando no se le ve la cara, o se la tapo. Quiero conservar su privacidad y que sea él quien decida, cuando sea grande, lo que quiere hacer con su «vida virtual».
A parte de que muchos momentos se nos quedan como recuerdos y ya, tan íntimos, sin necesidad de más. Es verdad que me encantaría presumir de mil cosas, pero primero es él.
¡Un besote1
Hola Diana! Cuánta razón, hay recuerdos que no tienen necesidad de más. Creo que con la novedad y la energía de arrastre de las redes hemos perdido un poco eso. El recordar que las cosas siguen valiendo lo mismo (o más) aunque no se muestren. Presumir es otro verbo en el que coincido con tu perspectiva: quiero presumir de mi hija. Es que es tan linda (por dentro y por fuera) y encima para mí está todo maximizado por el hecho de ser su madre… que adoro hablar de ella, adoro mirarla, adoro enseñar el fondo de pantalla, adoro mandarle vídeos a mi madre… En redes la pulsión de presumir se intensifica, tanta gente, tantos likes a un tiro de piedra, tanto feedback. Dicen que se genera una liberación de dopamina similar a la de una droga y esa será probablemente la razón de titulares como este: «En EE.UU. los padres suben a Instagram o Facebook un promedio de 1.000 fotos de su hijo antes de que cumpla cinco años». Ay! Un abrazo!