¡PIOJOS! Qué hacer cuando te llega una circular del cole (aparte de rascarte )

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Fuente: Pixabay

Hay algunas cosas en la vida que son ineludibles. Que te llegue una circular de piojos del cole es una. Que te entre la paranoia y empieces a rascarte inmediatamente es otra, íntimamente ligada. Todas esas historias de miedo que te han contado vuelven a tu memoria en ese momento y te pican hasta las pestañas. Antes, para dar yuyu, se hablaba de zombis, vampiros o fantasmas. Ahora se habla de piojos. Piojos que bajan corriendo por el cuello cuando echas vinagre y envuelves la cabeza en plástico film y otras historias para no dormir. Veis, es escribir sobre este tema y ya estoy rascándome en automático. Pero esta semana llegó nuevo aviso piojil así que voy a ver si hago algo útil con el picor…. como compartir en un post qué hacer y qué no hacer cuando nos llega la temida circular 🙂

Vale, lo primero: que no cunda el pánico. La primera vez que lees «revisad cabezas» te entran los siete males. Son piojos, no dragones, no pasa nada (sólo da un poquirriquitín de asco). Podemos controlarlo si hacemos las cosas bien. Para eso, lo primero tenemos que hacer es un minicurso de introducción piojístico:

Uno: Una cosa son los piojos y otra las liendres.

  • Las liendres son los huevitos. Cuando hay un futuro piojo creciendo dentro suelen ser más oscuras (de color tostado). Cuando son blanquecinas o transparentes, estás viendo la carcasa vacía de un piojo que ya ha salido de ahí. Son pequeñas pero visibles a simple vista. Suelen estar muy cerca del cuero cabelludo (normalmente a menos de 1 cm), sobre todo en la zona de la nuca y detrás de las orejas. Pueden confundirse con caspa. Para diferenciarlas sólo tenemos que soplar o intentar retirarlas. Si no se sueltan y tenemos que agarrarlas y tirar con ganas (y cierto terror premonitorio) para poder desprenderlas, bingo, liendre al canto. Las liendres no pican, lo que significa que pueden quedarse ahí sin que nos demos cuenta, salvo que controlemos la cabecita regularmente. No se quedan mucho tiempo, en 8-9 días sale el piojo.
  • Los piojos son más grandes (y visibles), negros, se mueven y pican como el demonio, aunque a veces no desde el minuto uno, por eso es muy importante estar atentos: cada piojo pone unos 7-8 huevos diarios así que, a poco que nos descuidemos, nos podemos encontrar una colonia con un crecimiento exponencial que ya lo quisiera la inversión en Bolsa. No vuelan ni saltan: son piojos, no saltamontes. Es decir, si no hay contacto, no hay contagio. Pero como el piojo encuentre un pelo por el que correr, allá que va. Y corre mucho.
  • En la cabeza un piojo puede vivir aproximadamente un mes (ni se os ocurra permitírselo, que os pone más de 200 huevos). Fuera de ella, ya lo tiene más crudo, sólo sobrevive un día.
  • Y por vuestra tranquilidad: no transmite enfermedades. Lo más que puede provocar es un ronchón al niño (de rascarse) y un ataque de me-muero-muerta a la madre (de ver al piojo en vivo y en directo).

Dos: No es lo mismo prevenir que tratar

  • A la hora de prevenir, «solo» tenemos que impedir que un piojo llegue a la cabeza y empiece a poner huevos.
  • A la hora de tratar, tenemos que cargárnoslos a todos, tanto liendres como piojos. Si queda un sólo piojo, seguirá poniendo huevos y saldrán más. Si queda una sola liendre, saldrá un nuevo piojo y volveremos a la rueda.
  • La única forma de quitarnos de encima los piojos sin recaídas o, mejor aún, no llegar a tenerlos, es prevenir y tratar correctamente.

Qué hacer

Lo primero, prevenir:

  • Intentar minimizar los pelos sueltos. Si el pelo es largo, es el momento de hacerse fan de las coletas tirantes, los moños o las trenzas apretadas. En épocas de circular semanal me han dado ganas de llevarla con redecilla (de sólo pensar en esa melena de rizos de anuncio volviendo a casa con un piojo oculto me entran sudores). Cuantos menos puentes de conexión entre cabezas, mejor.
  • Evitar llevar al cole gorros, bufandas, diademas… cualquier cosa que durante el tiempo de clase pueda acabar rulando de cabeza en cabeza (por eso lo de la redecilla no prosperó).
  • Incluir una liendrera de púas microacanaladas en nuestra rutina. Aunque no haya motivo aparente, lo mejor es usarla menos una vez por semana, así nunca pasan esos 8-9 días que se necesitan para traer un piojo al mundo. Y si es «temporada alta», no está de más pasarla en cada baño, antes de secar el pelo. O cada día. O cada diez minutos si nos entra la paranoia 😀
  • Usar un repelente. A ser posible, uno que encima funcione. Los que ofrecen más garantía, científicamente hablando, son el IR3535 y el Octanediol. Y, a ser posible, también usarlo bien. No vale de mucho si lo ponemos alguna vez que nos acordemos o si hacemos flus flus como quien se pone colonia, al tuntún.

Y si no hemos podido prevenir y hay bicho, tratar:

  • Hay muchos pediculicidas (matapiojos, para los amigos) en el mercado y ya es un poco cuestión de preferencia personal. A mí los que tienen base insecticida no me terminan de gustar en concepto y, si algún día tuviese que comprar alguno, probablemente tiraría por siliconas, cuya toxicidad es nula porque no se absorben. También se puede usar alcohol bencílico. Boticaria García tiene mucha info sobre el tema, si necesitáis elegir un tratamiento y conocer cómo funciona cada tipo de pediculicida con detalle. Importante repartirlo bien por TODO el pelo.
  • En el tratamiento también hay que usar la liendrera, para confirmar que no quede ni una. O en unos días estaremos tratando de nuevo.
  • 8-10 después, conviene repetir el tratamiento por si se nos hubiera quedado una liendre perdida y se estuviera volviendo a armar la marimorena sin enterarnos.
  • Y, por supuesto, revisar el resto de cabezas de la casa y comprobar todo aquello que haya estado en contacto con el pelo, ropa de cama, cojines, peines, etc ¡Ojo! La silla del coche también. No vaya a ser.

Qué NO hacer

  • Usar productos de tratamiento «por si acaso». Es decir, poner al peque champú o loción matapiojos para evitar que los coja o porque ha llegado una circular y nos dan los siete males de pensarlo. Si no hay ninguno aún, no hay nada que matar. Peor aún, haciendo esto con productos de base insecticida lo que podemos conseguir es generar resistencias. Y no matan a las liendres así que para eso tampoco sirve.
  • Dejar al peque sin cole (a no ser que la cosa sea muy, muy bestia, nivel peste negra pero en brote de piojos). No hace falta llegar a tanto y, la verdad, nos pasaríamos medio curso con el crío en casa al ritmo que vienen las circulares. Además, pensad que cuando llega el «revisad cabezas» es porque YA ha estado expuesto. Tampoco hace falta dejarlo sin cole cuando los pilla, si ya hemos puesto el tratamiento.
  • Y dejo aquí en duda el uso de algunos productos naturales muy famosos que no terminan de tener evidencia científica a pesar de que se usan a cascoporro, como el árbol de té. Os recomiendo leer artículos sobre el tema de Lucía mi pediatra o Boticaria García. Si lo usáis, mucho ojo, no se puede poner a menores de 3 años.

¡Suerte en la batalla! (ya podéis dejar de rascaros 😉 )

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