Lo tengo asumido. No bauticé este blog por casualidad. A veces me siento de otro planeta y soy tan consciente de ello como de que, en este planeta, lo más habitual no es lo mío, sino lo de la mayoría. Estoy acostumbrada a comentar algo y recibir como respuesta desde una mirada extrañada hasta un comentario grosero. Estoy acostumbrada a que algunas personas me menosprecien porque no consiguen comprenderme o a que me ataquen porque la crianza que llevo con mi hija hace que se sientan amenazadas en su forma de criar. Estoy acostumbrada a caras de póquer, cejas levantadas o silencios espesos cuando sale algún dato de mi día a día.
Que sigo con la lactancia, que llevo a la peque a contramarcha, que dormimos los tres en la misma habitación y, encima, contentos. Que nunca he comprado cereales de caja. Que no ha ido a la guarde. Digo lo mínimo, lo justito, la mayor parte de las veces porque no queda más remedio aunque, como soy espontánea y me cuesta mucho filtrar a tiempo lo que pienso, a veces se me escapa algo. Qué se le va a hacer.
Y aunque nunca lo he hecho, siempre me he quedado con las ganas de responder a gusto con algo que cierre bocas o que deje con la boca abierta, una de dos. Uno de esos zascas que se rumian en silencio, imaginados como en Amélie, ante preguntas como… Continue reading →