Estamos habituados a mirar cuándo caducan los yogures, las medicinas, quizá los productos de cosmética… pero no la mayoría de productos que compramos habitualmente. Tengo ropa desde los 20 años en el armario, la nevera de mi madre se hizo mayor de edad la pasada primavera y diría que algunas pelusas de mi casa, de esos rincones a los que el robot no llega, empiezan a tener más solera que yo. Y no pasa nada porque la mayor parte de las cosas que usamos cada día no tienen una fecha de caducidad específica. Las reglas de uso están determinadas por algo muy sencillo: que no se nos rompa (o estropee). También estamos acostumbrados a lo de «mi hermana me deja la silla que llevaron mis sobrinos» (los tres, en distintas épocas) y a veces se ven verdaderos fósiles en los coches que quizá fueron seguras en el cambio de milenio pero, desde luego, ya no tienen buena pinta.
Y lo que muchas veces no sabemos es que las sillas de coche caducan y tienen una fecha límite determinada que garantiza que cumplan su función protectora adecuadamente. Ahora bien, ¿cómo me entero yo de esto? ¿Cuánto puede usarse una silla de coche desde su fecha de fabricación y por qué no deberíamos forzar los límites recomendados por el fabricante? Continue reading →