La hamaquita que compré cuando nació mi hija era tan mona que la quise en cuanto la vi. Mona pero monísima de verdad, rosa y blanca, con un arco de pajaritos de colores. En lo demás, era de lo menos práctico que hemos tenido. Todavía recuerdo la primera vez que senté a la peque en ella y en vez de mirar los pajaritos me miró a mí con triste desconcierto, en plan, «mamá, ¿qué es esto?». La teníamos siempre estorbando por casa pero la usé lo justito, cuando tenía que dejarla en algún sitio mientras intentaba ducharme cantando cucú. La hamaca era uno de los artículos que no pensaba repetir.
Hace unos seis meses, sin embargo, me empezaron a recomendar por todas partes la famosa hamaca de BabyBjorn. Creo que no he oído ni una sola mala opinión de ella hasta la fecha: «es la leche», «es súper ergonómica», «el bebé de mi amiga pepita sólo quiere esa»… Me sucede con frecuencia que cuando alguien habla de lo bueno o lo malo que es algo con tanta convicción me surgen unas ganas incontenibles de comprobarlo a ver si es verdad, así que eso es lo que he hecho. Os cuento mis conclusiones tras dos meses usando la hamaca Bliss de BabyBjorn.
Tengo que confesar que no era para nada una hamaca que me entrase por los ojos. Me va de coña con la estética del salón pero no puedo evitarlo, las cosas de bebés me gustan tiernas. Y la hamaca de BabyBjörn es neutra, es funcional pero tierna, lo que es tierna, como que no. Así que de entrada lo primero que había hecho siempre que me hablaban de ella era torcer el morro. Después de estos dos meses me ocurre lo que suele pasar cuando conoces a alguien que es maravilloso como persona, que cada vez lo ves más guapo. Me gusta TANTO la maldita hamaca que cada día la encuentro más mona. Ahora miro las que antes me hacían chiribitas y pienso, jo, qué trastazo. No la cambio por ninguna, por muchos pajaritos que lleve y por muy monos que sean.
Por un lado, he alucinado con lo cómodo que ha estado el peque desde el principio. Tenía yo poca confianza de entrada porque, por el aspecto, no da la impresión a priori de adaptarse como se adapta pero, efectivamente, la fama de ergonómica es merecida: la postura que adopta el bebé es muy buena, incluso de recién nacido, cuando es importante que nada vaya en contra de la forma de «C» que tiene la espalda durante los primeros meses de vida, hasta que se van definiendo las curvaturas contrapuestas que tenemos de adultos (os hablé de ello en el post sobre mochilas ergonómicas). El tejido se ajusta perfectamente al peso en cada punto así que el bebé ni se desparrama ni se encoge, ni la cabeza se cae hacia delante.
Tan cómoda es que la introdujimos en nuestra rutina ya desde las primeras semanas. Si íbamos a comer y el chiquitín estaba despierto, lo sentábamos en la hamaca mientras tanto. El pobre mío tiene un carácter tan fácil que no necesitaba ni arco con pajaritos ni nada, se quedaba mirando la sujección lateral para el arnés, medio intrigado, medio bizco, y tan feliz. Animalico mío, qué lindo es.
Esta semana, sin embargo, hemos alcanzado un nuevo hito. No solo se queda a gustito en la hamaca mientras comemos: se duerme en ella. Dejad que lo repita porque todavía estoy como flotando, sin comprender qué es lo que está pasando: SE DUERME en ella. Todavía recuerdo la ÚNICA vez que mi hija se durmió sola en sus primeros dos años de vida. Veníamos del médico con ella llorando rota de sueño, la dejé de cualquier manera sobre la cama, vestida y todo, me fui corriendo a cambiarme y de repente noté extrañada que había mucho, mucho silencio. Cuando me acerqué a la cama, estaba dormida. Escribí hasta a mi marido, asustada y confundida («¿qué hago?» «pero ¿respira?» «sí, pero a ver si se ha desmayado»). Nunca volvió a ocurrir. Así que os podéis imaginar lo que supone que este peque se me duerma en la hamaca. Me dan ganas de tirarme al suelo a darle besos. Lo que no sé es si al bebé o a la hamaca, puede que a los dos.
Por otro lado, es increíblemente práctica. Lo cual se agradece porque provoca adicción, la muy puñetera (nos la hemos llevado hasta a la playa). Os listo un poco los puntos principales en manejabilidad y uso:
1. Plegado:
Pliega casi totalmente, hasta quedar prácticamente plana, razón por la cual ha sido viable lo de llevárnosla a la playa en un maletero abarrotado. En casa tengo pensado guardarla en el arcón de la chaiselonge o dejarla entre el brazo del sofá y la pared si en algún momento hace falta quitarla de en medio. Aunque no sé en qué situación voy a querer guardarla, la verdad. Pero si nos va siendo menos útil en el día a día y no la quiero tener por en medio, guardarla no será problema. Esto, en un piso en el que cada día mil millones de cosas libran un combate a muerte por el espacio, es fundamental.
2. Peso:
No pesa nada, es super ligera. Otra cosa fundamental para mí porque estoy harta de cargar como las mulas y cada día soy más minimalista zen en todo aquello que quiero trasladar de un punto A a un punto B. Entre lo poco que ocupa y lo poco que pesa te la llevas sin pereza donde sea.
3. Desenfundado:
Se desenfunda super fácil. Fácil nivel: no he dormido porque tengo un bebé en casa, pónmelo pa tontos. Desenganchas dos lengüetas en la parte inferior y tiras hacia arriba de la funda deslizándola sobre el armazón, a lo striptease. La funda se lava en lavadora. Si además cogéis el tejido Mesh, seca en una patada. Ahí estuvo acertadísima Lorena, de Infobebé, que como las conoce bien y sabe lo práctica que soy me aconsejó este tejido. En verano en diez minutos la hemos tenido lista para poner otra vez. Con un bebé con reflujo, le estamos sacando rendimiento a base de bien.
4. Reclinación:
Se puede ajustar en tres posiciones de reclinación, con el mismo sistema con el que pliega. Nosotros de momento estamos usando la más tumbada (perfecta para el reflujo, por cierto) pero conforme el peque va creciendo puedes ir colocándolo más sentado. En cualquiera de las posiciones contad con que la hamaca se va a balancear SIEMPRE aunque sea mínimamente con cualquier movimiento del bebé. Esto está guay por un lado: mecerle es comodísimo porque lo puedes hacer con el pie casi sin enterarte y muy divertido para los bebés cuando son un poco más grandes y le dan candela al meneo. Pero por otro lado no deja de oscilar nunca, no hay posición estática que puedas fijar y eso no me termina de convencer. Pero ya es por ponerme exquisita.
5. Estabilidad:
De diez. La lengüeta delantera y el arco trasero sobre los que apoya son sumamente estables, y antideslizantes. La veo prácticamente antivuelco. Digo prácticamente porque seguro que alguno habrá que lo consiga pero será de los que vuelcan estanterías trepando, como mi primo de pequeñito. Deseadme que el mío no salga como mi primo, por favor, que no tengo yo la energía que tenía mi tía.
5. Tiempo de uso:
Como mínimo el bebé debe pesar 3,5 kg para poder usarla. En nuestro caso, salimos con ellos puestos desde el hospital así que la hemos usado casi desde el minuto uno. Pero si no es vuestro caso, cuidado, porque es lo que el fabricante recomienda. Hasta los 9 kg se puede usar como hamaca y a partir de ese punto se le da la vuelta al tejido y lo puedes usar como asiento hasta los 13 kg. Con mi hija esto nos habría durado la intemerata. No sé yo viendo el ritmo de engorde del lechoncillo cuánto nos durarán esos 13 kg esta vez pero en teoría la anuncian como para unos dos años. Ya os contaré cuando lleguemos a ver si vale la pena seguir teniéndola por casa tras la primera etapa.
En resumen, le doy la razón a todas las amigas que me la han recomendado. Entiendo que sea tan famosa: es la leche.
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Es una maravilla, nosotros la llamábamos la hamaca milagrosa, cuando a mi chiquitín recién nacido le daban cólicos de esos que no sabes que hacer, lo poníamos en la hamaca y se aliviaba, aun me sorprende recordarlo, y los primeros meses la llevaba a todos lados, restaurantes terrazas playa y ahí lo poníamos y se quedaba tan pancho que podíamos comer tranquilamente o relajarnos un rato. Para dormirlo igual, lo balanceo y cae mucho más rápido que con otros métodos, siempre tuve mis dudas sobre si estábamos abusando de la hamaca, pero es muy ergonómica y el peque va creciendo genial. Ahora mismo tiene 8 meses y ahí está dormidito. Para las siestas es lo más. La recomiendo 100%.
La verdad que solo veo buenas palabras de esta hamaca, así que parece que vale su precio, gracias por compartir la experiencia y a los que van dejando comentarios para así tenerlo más claro aún. Muchas gracias
Hola Elena! Sí, eso fue lo que me llamó la atención y me hizo querer probarla, todo lo que había leído era bueno. Ahora entiendo por qué 🙂 Un abrazo!
Buena explicación y de ayuda para elegir hamaca, yo que estaba en duda por el precio. Muchas gracias.
Hola Amparo! Gracias a ti 🙂 Para el servicio que me está dando, no la cambiaba por nada, ya te lo digo
Jejejejej yo también la tuve para mis mellizos, y no pude hacer inversión mejor. Gracias a ella estuvieron siempre sujetos en caso de yo tener que salir corriendo con el otro o lo que fuera. Es lo mejor.
Con el ritmo de crecimiento de mis leones nos duraron 1 año. Al año ya sobrepasamos los 13 kg. Pero fue suficiente para pasar a la fase de gateo y suelo.
Lo mejor que tuve. Y lo mejor que he podido regalar a varias amistades nuestras
Hola Silvia! Cualquier cosa que sea de ayuda con mellizos es maravillosa, sin más. Este peque también apunta maneras, a ver cuánto nos dura porque estoy encantada! Un abrazo enorme
Yo soy superfan, me pasó parecido a ti, con la mayor tuvimos una normal heredada y no la quiso ni en pintura. Con el segundo me prestaron la Babybjorn y tachaaaan! Una maravilla. El niño aprendió a columpiarse solo con 2-3 meses, se dormía a si mismo con el meneo de los pies, se echaba buenas siestas eincluso nos la llevabamos a la playa. Lo único malo fue que mi gigantoniño superó los 9 kilos con 7 meses y amenazaba a salir disparado al universo si no le amarraba…así que con un año dejamos de usarla.
Jajaja. La función hamaca-catapulta suena peliaguda. Viendo la fuerza que tiene el pollito con tres meses, me veo siguiendo el mismo camino… 😀