Lo duro de verdad de tener un segundo hijo no es el cansancio, aunque aumenta, eso está claro. Lo duro de verdad de tener un segundo hijo no es volver atrás a etapas que ya estaban superadas, aunque algunas den pereza supina. Lo duro de verdad de tener un segundo hijo no es el tiempo para ti que, de repente, DESAPARECE. Sí, vale, desaparece «durante un tiempo», esto es lo bueno, que ya lo sabes. Aunque durante ese tiempo no es que tengas menos tiempo para ti, es que, a efectos prácticos, no tienes tiempo para ti. Pero lo duro, lo duro de verdad, no es nada de eso.
Lo duro de verdad es sentir que no llegas, que no puedes hacer casi nada como quieres.
Sentir que harías las cosas de otra forma con tu bebé, como las hiciste en su momento con tu hija mayor, pero no te da, no te da la vida, no te da el tiempo, no te dan las fuerzas, a veces no te dan ni las ganas. Sentir que no puedes dar esta vez todo lo que diste la anterior, que no estás siendo lo que sabes que fuiste.
Sentir que con tu hija haces las cosas peor que antes porque, cuando te fallan la energía y la paciencia, con la primera con la que se te agota es con ella. Con tu hija, la que era tu mundo entero y absoluto hasta que llegó su hermano a buscar su hueco y hacerse un mundo propio. Tu hija, con la que salía y se ponía el sol, y que ahora está perdidilla reubicándose. Tu hija, que se enfrenta a un cambio que al fin y al cabo has provocado tú, por mucho que ella clamase por un hermano. Tu hija que ya no es única, aunque siempre siga siéndolo en realidad con uno, dos, cinco o diez millones al lado.
Lo duro de verdad son esos instantes en los que sientes que necesitas que uno de los dos NO ESTÉ para poder ESTAR TÚ de verdad. Que el bebé se vaya para poder dedicarle el tiempo en exclusiva a tu hija, que lo pide con el alma . Que tu hija se vaya para poder maternar en burbuja con tu bebé, como te pide el alma a ti en esa primera etapa tan mamífera. Y eso DUELE. Sentir que necesitas que el bebé se vaya duele porque hasta la última fibra de tu ser está hecha para quererle cerca (es TU BEBÉ) y te sientes desnaturalizada. Sentir que necesitas que tu hija se vaya duele porque sigues adorándola como la adorabas cuando no había nada en las tripas que te pidiera alejarla un rato y te sientes traidora.
Y aparece la culpa, y la tristeza, y te sientes perdida. Perdida en la bimaternidad, perdida en ese espacio nuevo en el que todavía no sabes dónde y cómo colocaros a todos, perdida como sientes a tu hija. Como si la hubieras perdido, que es seguro lo que siente ella sobre ti también. Y sientes que lo estás haciendo todo mal, que te supera, que te queda grande, que la estás cagando cada día, que no vales, que no sabes, que no puedes, que no llegas.
No me entendáis mal. Tener un segundo hijo es increíble. Volver a empezar, volver a transitar por la inocencia y la dulzura de los primeros meses/años, crecer como familia con un otro ser más al que amar y que te ama, ver florecer otra persona y comprender que tus niños son como son ellos, y no como tú crees que «los estás haciendo» tú. Ver las cosas desde nuevos prismas, tan enriquecedores. Aprender, avanzar, vivir.
Tener un segundo hijo del que enamorarte hasta la médula de esa forma absoluta, primaria, animal e indescriptible es lo más bonito que puedes regalarte después de haberlo sentido por primera vez, la primera vez.
Pero llevo tiempo dándole vueltas a ese comecome que intento centrar desde que, en comentarios en el blog (no consigo encontrar en qué post fue) me pedisteis que intentase volcar de alguna manera en palabras esa «parte mala». Esa sensación de fondo, ese «antes era más fácil» que está ahí respirándote en la nuca cuando das el salto, esos sentimientos que cuestan, que pesan por dentro y dan morcillas.
Porque tener un segundo hijo tiene una parte que sí: es dura. Y no es el cansancio, ni el aumento en la demanda, ni estirar la inversión de vida unos años más. Lo duro, lo duro de verdad de tener un segundo hijo, es eso.
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Estoy pensando en tener un segundo hijo, pero mis mayores temores son en gran parte eso que tú has expresado. Gracias por compartirlo.
Temo eso y ahogarme. No poder dar abasto y ahogarnos mi marido y yo. Pasar de estar bien a estar mal. Ahogarnos no económicamente sino en tiempo, quehaceres, obligaciones, malas caras y acabar todos mal.
Una amiga me dijo una vez: «quiero con locura a mi segundo hijo pero la realidad es q no era necesario. T miró y pienso, que bien estas con uno solo»
Y se m quedó grabado. Creo q es la sociedad la q nos empuja a tener un segundo y no vemos la calidad de vida que tenemos siendo solo 3
Habla una q esta aún en el «no lo se» pero claro está que siendo 3, nuestra vida goza de muchas ventajas que se traducen en felicidad.
Tengo tres hijos, y soy madre trabajadora, lo malo de tener tres hijos no es tener que ocuparme de los tres hijos a la vez, cuando son muy pequeños no tienes tiempo para los mayores, pero los mayores observan y aprenden la enseñanza más salvaje de nuestra existencia, que les va a marcar su vida para siempre, ven como su madre cuida de su indefenso hermano, como ha cuidado de nosotros, como cuidaremos nosotros de nuestros hermanos y como cuidaremos a nuestros hijos cuando nuestros hijos sean padres. Los niños primerizos tienen que bajarse de ese trono y compartir el reinado con su hermano. No digo que sea camino de rosas, trasmite el amor que sientes por el bebe a su hermano mayor… Verás que con el tiempo surge la magia del amor entre ellos.
Es cierto todo lo que dices, cada hijo necesita su tiempo individual con los padres, como tambien es bueno tener tiempo para todos en familia, pero lo mas importante pienso yo, es que siempre se le muestre el mismo amor a todos nuestros hijos y sin importar cuantos tengamos quien cometa mas errores, o sea mas alegre, introvertido o extrovertido, nada de eso importa lo que importa siempre es demostrarles que los amas por igual y sin ninguna preferencia.
Me sentí muy identificada contigo, todavía no tengo un segundo hijo, pero es una posibilidad que con mi pareja nos hemos estado planteando por mucho tiempo, y las palabras de otras personas siempre nos desaniman. Que si no está la economía para eso, que si ya es mucho trabajo uno solo…
A mí me encanta ser mamá, pero a veces también me siento perdida y triste, porque creo que es algo en lo que debes aprender día con día. Y aunque sí tengo la intención de ampliar mi familia, porque tenemos mucho amor para dar, a veces me pregunto si de verdad estaremos listos.
Gracias por compartir y leer, necesitaba comentar esto.
Gracias a ti por decírmelo, te mando un abrazo inmenso
Me identifico en todo, “nos identificamos”. Cómo se sentirá nuestro peque actual, cómo llevaremos el trabajo con dos, como organizaremos las tareas…
Entiendo entonces que, como nos pasa con frecuencia, lo malo es la Culpa. Tener un segundo hijo es así, es normal que pase todo eso. Queremos que sea de otra manera, pero es que es así. Y entonces nos echamos la Culpa de que sea así. Y no. No hay nada erróneo en que el mundo y la Naturaleza y tu instinto de supervivencia funcionen así. No hay nada malo en ti por querer otra cosa. La que sobra en esta película es, como muchas veces, la Culpa.
Aprendamos a Aceptar y Adaptarnos y Entender que somos normales por sentir todo esto. La Culpa es lo malo de tener un segundo hijo. Y un primero…