Con este post inicio una serie titulada Estrategias porque eso es de lo que voy a procurar hablar, de estrategias sencillas de recordar para aplicar en aquellas situaciones que muchas veces una no sabe cómo gestionar. Libros maravillosos como «El cerebro del niño» o «Aprender a educar sin límites, castigos ni amenazas», que supusieron una revelación para mí y te recomiendo absolutamente, hablan en profundidad de este tipo de recursos prácticos que todos podemos emplear cuando surge un momento de conflicto o desorientación con los peques. No sólo eso, también para ayudarles con las dificultades que encuentren a lo largo de su crecimiento y desarrollo.
Todos los padres sentimos la pulsión de «proteger» a nuestros hijos, que son lo más preciado y valioso para nosotros. Pero lo mejor que podemos hacer por ellos no es protegerles de cada situación que se presente en sus vidas, sino enseñarles recursos para gestionarlas cada vez más eficientemente. Y para ello, debemos tener nosotros esos recursos. Si no, ¿de quién los van a aprender?
Por ello, las estrategias de esta serie serán útiles para gestionar adecuadamente situaciones cotidianas, de forma que no sólo podamos resolverlas de la mejor forma guiando a nuestro peque con calma, conciencia y empatía, sino que también le ayudemos a integrar nuevas herramientas internas mediante el ejemplo y la práctica.
Te presento en primer lugar una de las que considero más importantes pues supone, en resumidas cuentas, el punto de partida para todo lo demás: Validar.
¿Qué es Validar?
Ante una situación dolorosa o desagradable, generalmente hacemos dos cosas: negar o distraer. O bien intentamos reprimir nuestras emociones o bien buscamos una forma de evadirnos de ellas. Todo menos sentirlas en toda su magnitud. No sabemos qué hacer con ellas. No sabemos cómo superarlas si las miramos de frente y, simplemente, las dejamos estar. Sin embargo, cuando vivimos una situación dura y un amigo simplemente nos abraza y nos deja llorar, validando nuestra tristeza y nuestro dolor sin intentar hacer nada con él, nos sentimos profundamente reconfortados.
Con nuestros hijos, debemos tener muy presente la palabra Validar. Ponerla en un papelito en la nevera, sujeta con un imán, para poder verla cada día hasta que logremos integrarla en nuestro día a día. Y es que estamos tan acostumbrados a negarlo todo que lo hacemos en automático, sin ser siquiera conscientes de ello.
- No llores, mañana compramos otro muñeco.
- No te enfades, nos tenemos que ir.
- No te asustes, sólo ha sido un petardo
¿Te reconoces en ellas? Son frases cotidianas e inofensivas que salen solas, disparadas sin reflexión previa y, generalmente, cargadas de buena intención. Pero, si actuamos así, estamos NEGANDO las emociones de nuestro peque.
¿Qué deberíamos hacer en lugar de esto? VALIDARLAS. Que no es otra cosa que aceptar las emociones que nuestro hijo esté sintiendo, sin intentar minimizarlas o erradicarlas.
- Estás muy triste y lloras porque tu muñeco se rompió y es importante para ti.
- Estás enfadado porque querías seguir jugando y mamá te sacó del parque.
- Te has asustado porque has oído un ruido muy fuerte que no esperabas.
Si nunca has enfocado así las cosas, seguro que te resulta extraño, incluso contraproducente. Puede que creas que así sólo vas a conseguir que esas emociones «empeoren», que tu hijo necesita de tu ayuda para superarlas y, validando, le dejas «solo ante el peligro». Pero, en realidad, es exactamente al contrario: negar las emociones hace que el peque se sienta una víctima y se aferre aún más a ellas. Si siente que nadie más las «ve», sentirá la necesidad de luchar para demostrar lo que siente.
Validando esas emociones, le permitimos estar presente en ellas y sentir que conectamos con él mientras las expresa. De esa forma, será mucho más capaz de dejarlas atrás POR SÍ SOLO. Cuando nos limitamos a validar, nos sorprendemos de la rapidez y facilidad con la que los niños son capaces de seguir adelante, solucionando la situación o aceptándola.
El método de la distracción («¡mira, mira el patito!» cuando el peque llora por un disgusto) tampoco es bueno. Distrayendo transmitimos el mensaje de que las emociones son malas e indeseables y lo urgente es evitarlas como sea, algo muy poco recomendable y la principal causa de todo tipo de adicciones en edades más avanzadas. Además, al pedirle al niño que finja que no está sintiendo lo que siente, le creamos confusión e impedimos que se conecte con sus sentimientos.
¿Qué NO es validar?
1. Una herramienta de control
Algunos padres ven en esta estrategia una idea maravillosa para controlar el comportamiento de sus hijos. Y se equivocan.
Validar es una forma de conectar con nuestro hijo y respetar su vivencia emocional, no el truco del almendruco para mover los hilos de nuestro hijo y que haga lo que nosotros queramos. «Estás triste porque quieres seguir jugando» no es una fórmula mágica para que el niño, agradecido por nuestra comprensión, pare de llorar y guarde sus juguetes en el acto. Es más, si el pequeño detecta el intento de manipulación y que nuestra validación no es sincera sino un medio para lograr un fin, sentirá la necesidad de luchar aún más con nosotros para defender sus emociones.
Tampoco para cortar de raíz un berrinche. Al contrario, si el pequeño se siente seguro y en libertad para expresar sus emociones, lo más frecuente es que en un primer momento llore o grite con más intensidad. Sin embargo, como tanto él como nosotros estamos en sintonía con sus emociones, las dejará atrás por sí solo y por completo.
2. Aprobar cualquier comportamiento
Muchos padres están dispuestos a validar sólo algunas emociones, como la tristeza, pero no otras, como la ira, por temor a las consecuencias.
_ ¿Y si es una ira muy intensa?
_ Valídala: «Estás furioso».
_ ¡Pero no puedo hacer eso, no puedo APROBAR que se comporte mal porque esté furioso!
Validar no es aprobar. Validar la ira no implica permitir cualquier comportamiento iracundo. Validar la ira significa, simplemente, comprender y respetar que ESA es la emoción que está sintiendo. Si el comportamiento no es adecuado o aceptable, debemos reconducirlo y enseñarle maneras aceptables de expresar esa emoción. «Estás muy enfadado porque querías jugar con el móvil de mamá y no te he dejado hacerlo. Pero, aunque estemos enfadados, no pegamos». Valida el enfado y, después, enséñale cómo actuar cuando se sienta enfadado.
¿Cómo validar?
- Conectando con el pequeño: podemos agacharnos para estar a su altura, con un lenguaje corporal que transmita empatía. El grado de cercanía o cariño lo marcará el pequeño. Si está enfadado, probablemente rechazará nuestro contacto, si se ha asustado preferirá acurrucarse en nuestros brazos.
- Evitando evaluar o juzgar la situación: sólo la definimos sin incluir nuestro juicio o nuestras emociones al respecto.
- Sin ofrecer soluciones: no se trata de «arreglar» las emociones, sino de permitirlas.
- Sin dramatizar: debemos procurar ser neutros y no añadir drama a lo que sucede para que el peque no se meta más en su historia con nuestra aportación emocional.
- Si queremos, podemos transmitirle que nosotros también nos hemos sentido así en ocasiones («yo también siento tristeza cuando algo que me gusta se rompe»).
Se trata sólo de estar ahí, de forma que el niño encuentre el camino para superar esa emoción. Sin negarla, sin distraerse y sin sentir que debe aferrarse a ella porque nadie más la respeta.
Como escribí al inicio de este post, validar es el punto de partida para todo lo demás. Para que nuestro hijo crezca con confianza en sí mismo e inteligencia emocional, sin temer sentir ninguna emoción y sabiendo cómo gestionarlas, para conectarnos con él, comprendiéndole mucho mejor y como primer paso a la hora de guiarle en su camino a la madurez. Es una estrategia sencilla pero indispensable. Yo la uso en todo momento con mi hija e intento aplicarla también conmigo misma. Para mí es complicado porque llevo toda una vida de práctica en la negación y la distracción pero, por suerte, ella no tendrá ese problema. Y es uno de los mayores regalos que le puedo hacer.
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