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Vivimos en la era de la gratificación inmediata. Cogemos el móvil y lo mismo podemos llamar a un amigo que buscar un dato en Google, monear por las redes sociales o comprar online. Estamos acostumbrándonos a tenerlo todo a un click y, para más inri, al mismo tiempo. Y eso es muy peligroso, porque nos hace perder la perspectiva. Nos hace perder el contacto con la realidad. Y la realidad es que no se puede tener todo al mismo tiempo. Ni se puede tener todo, siquiera.
La vida es elegir un camino y transitar por él. Un camino que cambia y en el que podemos ir cambiando de dirección, pero uno. ¿Renunciamos a todos los demás? ¿O elegimos aquel por el que vamos?
Parece una tontería pero, si yo sintiera que, en vez de haber elegido a mi marido para compartir mi vida con él, lo que he hecho es renunciar a todos los demás, el ánimo se me pondría muy cuesta arriba en nuestro día a día. Si en vez de saber que elegí ser fisioterapeuta, me lamentase porque no he sido esas otras cosas que también me atraían, como periodista, o psicóloga, o millonaria ociosa, me sentiría permanentemente frustrada (sobre todo, con lo de los millones).
De la misma forma, si no fuera muy consciente de que estoy ELIGIENDO criar a mi hija en su primera infancia y pensase que estoy renunciando a tooooodo lo que no hago por estar con ella, no quiero ni imaginar el nivel de agobio que llevaría a estas alturas.
No. No estoy renunciando. Estoy eligiendo. Estoy invirtiendo esta etapa de mi vida en mi pequeña. Esto es así, y así lo acepto. Con todas sus cosas buenas, que son muchas, y con todas sus cosas malas, que también las hay.
No se puede tener todo a la vez. No puedo ir al cine y a la playa al mismo tiempo. No puedo dormir y salir de fiesta al mismo tiempo. Continuamente la vida presenta elecciones entre dos cosas deseables o incluso necesarias, y cada cual elige la que más cuadre con su esencia. Yo siempre preferí leer a salir de fiesta, tumbarme a hacer deporte, bailar y cantar a dibujar, escribir por encima de todo. Y ahora elijo crecer con mi niña.
Verás, yo amo la playa. Amo la orilla de la playa, en realidad, porque luego no me meto en el agua cuando cubre por encima de la cintura por miedo a tiburones (lo sé, lo sé) y medusas (esto ya es más probable). Pero es, con diferencia, mi lugar del mundo favorito. Lo que significa que, cuando estoy junto al mar, lo prefiero a cualquier otra cosa. Me da igual si no voy apenas de tiendas, me da igual si no voy al cine, me da igual si no hago otra cosa que bajar y subir de la playa, pasear por la arena, leer y darme baños (aunque sea en tan lamentables condiciones). Me da igual. Sé que sólo puedo pillarla durante un tiempo limitado, lo que duren mis vacaciones de verano, y la exprimo al máximo. Ya habrá tiempo para el resto.
Lo mismo siento respecto a estos primeros años de mi hija. Ahora se hace muy intenso, pero se va a pasar muy pronto. Todos estos maravillosos avances que veo en ella, cada nueva palabra, cada nuevo logro, los estoy exprimiendo al máximo.
Porque no volverán.
Y yo no me quiero perder esto. Es así de sencillo, no me lo quiero perder. Prefiero perderme otras cosas, si es cuestión de elegir.
Por eso ahora no trabajo, y estoy en este impasse que se alarga y se alarga y resulta desorientador. Por eso nos apretamos tanto el cinturón que duele como un cilicio. Por eso mis prioridades en estos momentos han dado un giro absoluto respecto a lo que antes me importaba. Por eso mi vida la ocupa, en estos momentos, esta duendecilla de ojos cristalinos que me tiene todo el día jugando a pillarnos el culo a grito pelado por casa, que me pone cada película en modo bucle hasta que me dan ganas de resetearme el coco, que me ayuda a cocinar y se tira diez minutos echando pellizco a pellizco el queso parmesano, que me ha hecho comprender que para llegar de A a B no hay ningún tiempo marcado, que «lo importante» no es lo que a veces uno pensaba y que hay etapas preciosas en la vida que no hay que tener prisa por que pasen.
No. Me lo han preguntado varias veces, con más o menos diplomacia, si no estaré renunciando a demasiadas cosas. Pero no lo siento así. Estoy, sencillamente, dejando en stand by muchas cosas. Eso sí lo estoy haciendo. Y, sí, se quedan ahí. Y, sí, son apetecibles. Y, sí, a veces las echo de menos y las quiero ya. Pero no las cambiaría por los incontables momentos que estoy viviendo y guardaré en la memoria como pequeños tesoros. Dentro de unos años ya tendré tiempo de ver películas otra vez, de trasnochar, de hacer vida social, de trabajar, de volver a viajar. Soy consciente de la temporalidad de esta etapa. Entre otras cosas, por eso la aguanto en su parte más difícil. Porque sé que no va a durar para siempre. Eso la vuelve aún más preciosa. Y no me la quiero perder. Todo lo demás, ya llegará de nuevo.
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Ojala te hubiera leído antes o alguien me lo hubiera explicado tan claro antes esto, Porque desde que tomamos la decisión de criarlo yo no he sentido mas que culpa y el juicio permanente de unos y la aprobación machista de otros que tanto odio como mujer. Porque me sentia dependiente por no trabajar.!! Que dificil criar aqui y ahora!!
Hola Ana! Me alegra mucho que te hayas sentido así al leerlo. Criar sieeeeempre genera críticas, hagas lo que hagas. Así que haz lo que TÚ sientes 🙂 Un beso grande
Me ha encantado. Has descrito perfectamente como me siento, y que siempre ando justificando y nadie entiende
Cada uno elige como bien has dicho…
Me alegro mucho María! Un abrazo
Hola! Me ha gustado mucho lo que has escrito, y de nuevo, me he sentido muy identificada, y es que yo estoy igual jajajaja.
Es una decisión súper personal, y en mi caso me pasa como a ti, ahora mismo podemos hacerlo así, y queremos!
No sé, pero yo para esto soy optimista. Creo que siempre habrá alguna puerta que se abra, en lo que ahora dejamos en stand by, y que lo primero es la
confianza que tengamos en que así sea. Pero de nuevo, esto es algo muy personal. Para nosotros ahora mismo lo mejor es esto, con sus ventajas, con sus inconvenientes, con lo bonito, con lo duro. Y no dudo que para otra familia lo mejor puede ser otra cosa.
Un abrazo!
Hola Mar! Me alegra que te haya gustado y te hayas sentido identificada. Es cierto que para cada familia «lo mejor» es una cosa distinta, hay tantas circunstancias personales a valorar… En nuestro caso, ésta es la que sentimos, con la que vivimos más conformes, tranquilos y felices. Y puertas hay muchas, a veces se abren donde no las esperabas, precisamente por dar un cambio de rumbo, quién sabe 🙂 Un abrazo!
Me ha gustado mucho. Pero hay ciertas cosas que si se abandonan mucho pensando en retomarlas más adelante se corre el riesgo de que no quede nada que retomar.
Sí, es cierto. Cada elección conlleva un riesgo. Poco a poco voy retomando, conforme la peque crece y las necesidades menguan. Algunas cosas se han quedado por el camino pero también aparecen nuevas posibilidades. Estamos creciendo las dos juntas 🙂 Un abrazo!