Ya os conté que, al principio de comenzar el colegio, la adaptación nos costó un poquillo por aquí. Durante un tiempo lo pasamos regular (las dos, la verdad) y tuve que echar mano de todos mis recursos y mi creatividad para salir del bache. Hablamos mucho, probamos estrategias chulas como el role playing, buscamos apoyo en el cole y nos sacamos de la manga algunos truquis para que nos ayudaran sobre todo con el momento de la separación.
El que mejor nos funcionó fue el botón de los abrazos, una idea preciosa que leí en su momento a una mamá y puse en práctica casi al instante. Por si no lo conocéis, la idea es dibujar un corazoncito en la mano del peque para recordar que, aunque nos separemos, en nuestro corazón siempre estamos juntos. Si en algún momento nos sentimos tristes o nos echamos de menos, sólo tenemos que apretar el botón para que nos lleguen los abrazos y los besos de mamá (pero decid esto con cuidado y mano izquierda que se lo toman literal).
Pintar ese corazoncito suponía un consuelo palpable que la ayudaba a entrar en clase sin desmoronarse en la despedida. Peeeeeeeero todo lo que empieza acaba, todo lo que sube baja y todo lo que se pinta… se nos puede borrar sin querer.
La primera vez fue algo así como oír llegar a los cuatro jinetes del apocalipsis.
_ ¡Mamaaaaaaaaaá! ¡¡¡SE HA BORRAAAADOOOOOO!!!
Por favor, leedlo como si tuvierais 3 años y un corazón de salvamento en el dorso de la mano que, al rebozarse contra la manga, se emborrona y amenaza con desaparecer. Lo más correcto, si nos ponemos puristas, sería «a chillido limpio», que es como sucedió. Todavía recuerdo la expresión de pánico. La suya y la mía, porque se me desbarataba el invento. Houston, tenemos un problema.
No pasa nada, ponemos un repuesto y pintamos otro en el antebrazo, más resguardadito, que ese no se va a borrar. Pues sí se borraba, sí, porque cuando se lavaba las manos en el cole se refrotaba hasta el higadillo. Venga, ponemos otro más. Como veis, yo soluciono las cosas muy a lo práctico. Al final ya parecíamos una exposición andante de arte moderno flowerpower porque, en el ansia por no perderlos, la peque me pedía más y más corazones y se iba con el brazo hecho un cromo al cole.
Llegó un momento en que me daba la impresión de que la preocupación por si se borraban le quitaba demasiado peso al consuelo que proporcionaban y me tocó pensar de nuevo. Una de dos, o me la llevo a un salón de tatuajes o me busco alguna idea alternativa que NO desaparezca.
Y entonces me di cuenta.
Ya existía un botón mágico que nunca se borraría. Uno que era perfecto y que yo no tenía que dibujar ni inventarme porque ya estaba en su cuerpecito, esperando que le diéramos una bonita misión. Uno que no iba a desaparecer pasara lo que pasase y que podría reconfortarla cuando se sintiese triste por estar lejos de mí. Uno que en su momento la conectó conmigo en sentido literal.
El ombligo.
Porque hubo un tiempo en que, a través del cordón umbilical, estuvimos conectadas. Pero de verdad, que eso sí que es magia. Y el ombligo es la huella que quedó para que siempre lo recordemos, esa marca que te dice que una vez estuviste unida a tu madre, que fuiste parte de su cuerpo, que te gestó y te dio vida, que vuestro vínculo es tan primario y tan completo que fue hasta físico. Un botón mágico que llevamos incorporado y que nunca se borrará, para que nunca olvidemos tampoco que, aunque nos tengamos que separar en algún momento, siempre estaremos conectadas.
Han pasado dos años y ya no nos hacen falta truquis pero a veces le doy besillos en el ombligo y me sonríe contenta. Y me dice, pensativa, ¿verdad, mami, que aquí había un tubito y al otro lado estabas tú?
Si te parece que mi contenido es útil, ¡compártelo!
Y, si quieres contarme tu punto de vista o tu experiencia, me encontrarás siempre al otro lado en comentarios o en redes 🙂
¿Quieres suscribirte y recibirlos cómodamente en tu correo?
Estoy llorando a lágrima viva. Tengo un peque de seis meses. Y me has emocionado muchísimo, de verdad, de corazón.
El mío nació por cesárea, y mi marido suele mirar mi cicatriz y me dice que es la marca que siempre nos unirá. El pequeño tiene una especie de hematoma (o marca de nacimiento, no sé muy bien) en el brazo. El médico nos dijo que probablemente se lo hicieron en el parto al tirar de él (tampoco lo sé). El caso es que mi marido dice que esa marca siempre lo unirá a mi. Me emociona mucho cuando me dice eso.
Y leer tu gran recurso….Y la forma de expresarlo…Uf, muchas gracias, eres genial.
Hola Ester! Pero qué comentario más maravilloso, gracias de todo corazón. Me encanta que tu marido lo haya visto siempre así. Emociónate. Un abrazo!
Preciosoooo!!!
Pero que idea tan chula! Lo del corazón lo había leído pero lo del ombligo mola muchísimo! Me lo apunto porqué el año que viene nos toca adaptación… y mira que soy una profe de infantil, pero me da un yuyu….
Bueno quizás me da más yuyu exactamente por eso!
Hola Nai! Me alegra mucho que te guste! Es un recurso tierno y a veces, tú lo sabrás mejor que nadie siendo profe de infantil, hacen falta recursos creativos. Te puede valer incluso con los de 3 añitos como profe, cuando se te pongan pochones. Enséñales que el ombligo está ahí recordándoles que están unidos a su mamá aunque estén lejos 🙂 Un abrazo!
Enhorabuena!
Felicidades!
Alucinante!!!!!
Bueniiiiisimo, super emocionante y una solución preciosa
Me a impactado
Gracias
Encantada de haberte conocido tu gran sabiduría
Hola Miryam! Me alegra mucho que te haya gustado, gracias por tu comentario! Lo de la sabiduría ya no sé yo :D, pero hay que buscar soluciones creativas. Un abrazo!
Me ha encantado la idea y la solución! Pienso ponerla en práctica cuando me toque. Mi peque de momento tiene 7 meses e ir a la escuela le encanta.
Ay, esos ombliguillos <3
Hola Sara! Y esos culillos, y esas tripillas, y esos mofletillos……. 😀