Confinamiento: 11 cosas que estamos haciendo para llevarlo lo mejor posible

Quedarse en casa puede ser muy fácil o muy difícil, dependiendo de lo casero o callejero que sea cada cual. «Quedarse en casa dos semanas» por situación excepcional suena asequible. Pero pronto los vídeos divertidos, las recetas nuevas, los artículos de ejercicio en casa y las mil ideas de entretenimientos para peques se quedan cortas. La idea naif de teletrabajo con niños en confinamiento se confirma como algo totalmente irreal  y el aluvión de tareas del cole satura y lleva al límite. Las dos semanas de repente parecen eternas. Y falsas. Porque no, no han sido dos semanas. Ni van a ser cuatro, lo tengo claro desde hace tiempo. La única certeza que tenemos es que NO sabemos cuánto va a durar esta dinámica de vida.

Enfrentarse a un confinamiento sin final definido es complicado, sobre todo en estas circunstancias que cada día parecen meternos en un hoyo más profundo. Es una situación que pasa factura a todos los niveles: físico, mental y emocional. Para minimizarlo, os cuento qué estamos haciendo nosotros, por si os sirve alguno de los clavos a los que nos estamos agarrando:

1. Minimizar

Desde el primer momento tuvimos claro que no pensábamos llevar una agenda peor que la que había cuando salíamos fuera. O nos volveríamos locos. Bastante estrés tiene ya esta situación de por sí como para añadirle estrés vital queriendo hacer de todo. Así que nosotros, la verdad, nos marcamos objetivos muy poco ambiciosos. Objetivos muy sencillos y que realmente tengan sentido. Estamos haciendo un poco como en el postparto. Si no se puede hacer algo hoy, se hará mañana. Si no llegamos, no llegamos. Si no es vital, se queda aparcado, de momento.

2. Marcarnos una meta motivadora diaria

Ninguno de los dos podemos trabajar ahora. Sería más estresante en algunos aspectos pero ayudaría en otros. Ir a la deriva es lo que más me quema. Sentir que me levanto para nada, que nada de lo que hago tendrá sentido. Entrando en esta dinámica acaba uno meduseando, llevado por la corriente, que suele traducirse en apático y enganchado al móvil. Necesitamos metas, objetivos, cosas que nos motiven, aunque sean pequeñas para que entren dentro de lo posible dadas las circunstancias. Mañana haremos rosquillas. Y ya tenemos algo especial mañana. Algo que nos impulsa. Hoy vamos a hacer un cohete. El viernes nos daremos masajitos jugando a los spas. Vamos a reorganizar el armario. Lo que sea. Pero algo que nos mueva y que nos haga sentir al final que hemos hecho ALGO, que no ha sido el día de la marmota, repitiéndose en bucle.

3. Tener una rutina suave

Las mañanas son para «currar». Normalmente nosotros limpiamos (estoy sintiendo verdadera gratitud por los pequeños reductos de mierda acumulada que vamos descubriendo en las esquinas más recónditas) y la peque hace cosas del cole, pero sin presiones. Me niego a que el tema cole nos aumente el estrés teniendo en cuenta que está en 5 años. Después nos concedemos un «momento aire libre». Los días que toca bajamos por turno la basura y disfrutamos de la brisa y el sol en la cara el minuto de ida y el minuto de vuelta, los días que no toca sacamos la cabeza por la ventana, como los perros. Menos da una pierda y hace más daño.

Las tardes son para «disfrutar». Hacemos ejercicio, jugamos, vemos pelis, hacemos videollamadas con los abuelos… Por las tardes ya nos pesa el día, nos pesa el agobio acumulado de la situación, la preocupación y el encierro, nos pesa que no hay sol que lo haga parecer todo menos triste. Así que nos las tomamos con calma. Esto va para largo, es una maratón. Hay que dosificar muy bien la energía y el esfuerzo para no quedarse sin reservas a mitad de la carrera.

4. Dormir siesta

Me siento incapaz de pasar catorce horas del tirón encerrados como el oso del zoo. Hacer una pausa y retomar hace sentir que empieza otro bloque diferente. Psicológicamente lo notamos un montón. Así que nos tumbamos aunque sea un rato, aunque sea la peque la que duerma de verdad y nosotros cabeceemos unos minutos y luego nos pongamos una serie. Pero necesitamos ese parón como el comer.

5. Desconectar de la realidad (a ratos)

Los primeros días estaba casi permanentemente conectada con lo que está pasando. Cada vez necesito más ratos de desconexión. Tengo bastante ubicadas las horas del día en las que hay novedades. Por las mañanas leo todo lo que hay y por la tarde compruebo qué reporta Italia para intentar valorar qué pinta tiene nuestro futuro inmediato. A las ocho salimos a aplaudir como si no hubiera un mañana. El resto del tiempo, necesito olvidar el afuera. Aunque siga siempre ahí de fondo.

6. Darnos cada día a cada uno algo que queramos

Cada día nos regalamos un capricho, una necesidad, un mimo. Yo necesito leer, me dejan leer. Papá necesita hacer pesas, le dejamos a su rollo. La peque quiere jugar al juego de colorear con la tablet, se la damos. Regalarnos mutuamente esas pequeñas cosas nos ayuda mucho emocionalmente.

7. Cuidarnos

Por fin entiendo a la del anuncio de Herbal Essences: estaba en confinamiento y ducharse era un placer. Ponerme mascarilla en el pelo. Meter la cabeza bajo un chorro de agua caliente y liberar la mente de toda la basura. Ponerme crema en la tripa, con mimo. Cuánto se valora cada minuto que te hace soltar…

8. Hacer algo de ejercicio

Bendito día que compramos la elíptica. Ha sido todo un puzzle encajarla pero vale su peso en oro. La cogimos pensando principalmente en que yo pudiera hacer algo de ejercicio suave en el embarazo y la primera etapa de la bimaternidad, a ratitos. Quién nos iba a decir que ahora sería nuestra tabla de salvación. No es lo mismo que salir a andar (yo) o correr (papá), desde luego, pero nos permite movernos y mantenernos un poco en forma. Y sirve inmensamente para desfogar agobio, estrés y frustración. Hasta la peque se sube.

9. Darnos cariño

Que suena estúpido pero la única forma de no agriarnos es tirar de abrazos, de contacto, de manos juntas, de caricitas, de sonrisas, de miradas. De suspiros compartidos. «Por lo menos estamos juntitos», dijo mi hija el otro día. Más que «por lo menos» yo diría «menos mal». Menos mal que nos podemos achuchar, menos mal que tenemos esa fuente de energía vital que es el cariño, para sobrellevar todo esto.

10. Comprendernos y darnos cancha

Los primeros días rodaron muy bien, mentalizados y fuertes. Luego hemos ido acusando la situación, y se va notando. Cada equis uno de los tres revienta de alguna forma, ya sea en mal humor, en nerviosismo o en llanto. La verdad es que me doy por satisfecha porque son muy pocas veces y en líneas generales lo vamos llevando bien pero hay momentos, hay ratos. Cuando a uno le pasa, los demás simplemente… comprendemos. Comprendemos que esto es lo que es, y que aunque todos estamos poniendo todo de nuestra parte, a veces nos supera y pinchamos. Comprendemos y no lo tenemos en cuenta. A cada perdón le sigue un «no pasa nada» de corazón.

11. Valorar

Un abrazo. Hacer planes. Ver a tus amigos, a tu familia. La libertad de pasear. El sol en la cara. El aire. La normalidad. Cómo se valora todo cuando está vetado. Qué importante es cada pequeña cosa, que tantas veces se nos pasa sin registrar porque estamos metidos en la rueda enloquecida del día a día. Cuánto espero que esto nos cambie, para bien, de alguna forma. Que nos aporte algo bueno, como consuelo por todo lo que nos está quitando. Que nos enseñe.

Cuántas ganas tengo de volver a tener todo lo que ahora estoy valorando tanto.

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2 comments

  1. Hermi says:

    Gracias por compartir tus dias d confinamiento…mas o menos hacemos lo mismo…me ha ayudado mucho para entender que a esto hay q acostumbrarse y llevarlo lo mejor q se pueda…gracias por hacernos ver que se puede…y menos mal que podemos abrazarnos y consolarnos…menos mal

    • Carita says:

      Hola Hermi! Ay, el confinamiento… qué largo está resultando ser y cuánto parece que nos queda, ya sea seguido o intermitente. Seguro que, como nosotros, a estas alturas has ido pasando por varias fases. Menos mal que podemos abrazarnos! Un abrazo enorme

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