La presión externa en crianza y, sobre todo, siendo madre, es continua. Críes como críes, hagas lo que hagas, lo enfoques como lo enfoques, no te libras: todo está siempre en tela de juicio o sujeto a opiniones externas. Pero encima, en la crianza con apego estamos haciendo “cosas raras”, y la presión se intensifica. ¿Cómo sobrellevarla para que no nos afecte, no nos reste seguridad, no nos agobie, no nos cree dudas y no nos consuma energía y tiempo en luchas con el afuera? Os comparto mis conclusiones de estos casi cuatro años y medio criando contracorriente.
Lo primero que debemos tener claro si decidimos escucharnos y criar desde el apego y el respeto es que nos van a caer por todas partes, así que toca mentalizarse (y si nos tocan mucho, mucho las narices, soltar algún zasca glorioso, jurl).
Nos van a tachar con mil etiquetas que muchas veces salen de todo eso que no es la crianza con apego pero que la gente piensa que es. Nos van a decir que criamos salvajes, que somos talibanes de la teta o del colecho o del blw (aunque a lo mejor ni siquiera estemos dando teta o colechando o haciendo blw) que sobreprotegemos y no dejamos crecer.
Nos van a mirar agoreros y decirnos que se nos viene encima el apocalipsis, poco menos: que vamos a acabar en Hermano Mayor si no mostramos quien manda desde que son bebés, o que irán a la universidad y seguiremos teniendo que llevarlos en brazos, o cualquier otra predicción que nos meta el miedo en el cuerpo.
Nos van decir cosas, además, opuestas. Que lo que estamos haciendo es volver a las cavernas, con el niño todo el día “cosidito a pespunte” (como leí en un artículo contra la crianza con apego en El Mundo en el que la autora mezclaba churras con merinas) o que claro, como seguimos las modas y lo moderno ahora es lo del apego… ¿en qué quedamos, cavernícolas o modernos? Da igual, nos dirán las dos.
Y todas las críticas, todos esos juicios, toda esa presión, además de agobiarnos, nos puede hacer tener muchas dudas o miedos porque todas esas cosas que te dicen resuenan con muchas consignas aprendidas que hay dentro de nosotros y nos hacen temer que, haciendo las cosas de forma diferente a tooooda la gente de nuestro alrededor que tiene hijos, nos vaya a salir bien realmente y no vayamos a acabar como nos están diciendo todos.
¿Qué hacer ante esto?
Bueno, una opción es mudarse a una isla desierta sin cobertura ni wifi y criar como nos dé la gana a nuestros hijos, sin que nadie nos diga ni mu. Pero logísticamente es complicado y aunque a nivel teórico es harto tentador, en la práctica seguramente sería muy aburrido… así que no nos va a quedar otra que gestionarlo como mejor podamos.
Yo he llegado a tres conclusiones principales sobre esto, en estos cuatro años de experiencia en recibir presión por mi forma de criar a mi hija:
1. Empoderarnos
Cuanto más leamos, cuanta más información tengamos sobre cada decisión que tomamos, más seguros estaremos acerca de ellas. Dicen que el conocimiento es poder pero sobre todo, el conocimiento nos aporta SEGURIDAD.
No tanto para convencer a nadie sobre lo que hacemos (que es el primer gran error, que cada vez intento cometer menos) como para que no nos convenzan a nosotros, que no nos siembren dudas sin fundamento, que no nos metan miedos que no tengan razón de ser.
Y os dejo un ejemplo de mi propia experiencia. Cuando mi hija tenía cinco meses quisimos buscar un pediatra alternativo en el seguro médico por si un día necesitábamos otra opinión o nuestra pediatra de la seguridad social (que es maravillosa) no podía atendernos. Por recomendación de unos amigos acabamos en la consulta de un señor que nos puso el grito en el cielo al saber que la peque, que en aquel momento tenía CINCO MESES, dormía con nosotros. Espantado y mirándonos como si estuviéramos asesinando unicornios o algo, nos llegó a decir que la sacáramos in-me-dia-ta-men-te de la cama porque estábamos haciendo algo muy perjudicial para ella. No se refería a ningún riesgo físico del colecho, que ya nos ocupábamos nosotros de que no lo hubiera, sino a un JUICIO PERSONAL que él tenía sobre ello. Pero si te lo dice un pediatra, y tú no sabes nada sobre apego seguro, te puede meter un miedo de mil demonios.
Si sabemos, no nos da miedo dar el pecho al bebé en verano cuando nos recomiendan que le demos mejor agua que teta. Si sabemos, no ignoramos el llanto cuando nos dicen que ensancha los pulmones. Si sabemos, estamos tranquilos. Si sabemos, confiamos en lo que hacemos.
2. Escucharnos
Saber está muy bien, para sentirnos seguros, bien afianzados, y que no nos tumbe la opinología. Pero hay algo más importante, por lo menos desde mi punto de vista, y es saber qué queremos. Y para eso tenemos que silenciar el ruido externo y escucharnos a nosotros mismos: ¿Qué siento? ¿Qué quiero hacer? ¿Qué tipo de madre o padre quiero ser? ¿Qué me pide el cuerpo en esta situación? ¿Qué haría yo si nadie me dijera nada, qué me saldría a mí hacer?
Pienso en las veces que se escucha «No lo cojas que se malacostumbra» cuando un bebé llora. Bueno, yo QUIERO coger a mi hija cuando llora, yo NECESITO consolarla cuando me busca, yo SIENTO que eso es lo que debo hacer, a mí me DUELE físicamente sentirla sufrir y no actuar. La cogía cuando era bebé y la sigo arropando ahora que tiene cuatro años. Me lo piden las tripas, el instinto. Por eso nunca he hecho caso de los «no le hagas caso», el famoso ignorar, porque yo NO quiero ignorar a mi hija, lo tengo clarísimo. Y me escucho.
Ir en contra del instinto es de las cosas más dolorosas que hay en crianza. Que tú sientas que debes hacer una cosa y no la hagas porque te están diciendo que no la hagas es durísimo. Hay padres que han probado un método Estivill y que han estado descompuestos en el salón oyendo llorar a su hijo, oyendo vomitar a su hijo, destrozados porque un instinto poderoso les pedía ir y parar eso pero un señor en un libro les estaba pidiendo que no lo hicieran.
Escucharnos. Siempre. A nosotros.
3. No perder energía en el afuera
Y aunque no vaya a inventar la pólvora, y mucha gente tiene esto claro en su forma de ser ya de por sí, a mí me costó varios años llegar a esta última conclusión:
No perder tiempo y energía explicando nuestras decisiones en crianza a quien no quiere escuchar nuestras decisiones en crianza
Aunque queramos convencer, va a haber gente a la que no vamos a poder convencer ni con una tesis de diez libros documentando lo que hagamos, ni abriendo nuestro corazón y compartiendo nuestros sentimientos, con nada. Así que llega un momento en el que tenemos que ser prácticos y, poco a poco, saber dónde merece la pena compartir nuestra experiencia y dónde no.
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Ay Marta. Que identificada me siento con tu artículo! Por suerte cada vez hay más gente que entiende la crianza con apego. En mi caso, donde más criticada me he sentido, es por seguir dando pecho a demanda pasado el año y por llevar al niño sin zapatos. Bueno, también la gente ha pensado que estaba echando a perder mi carrers profesional por quedarme con mi hijo los primeros años y no llevarlo a guardería. La mejor decisión que he tomado! El tiempo va demasiado deprisa y es un placer ver crecer a mi hijo. Besos!
Hola tocaya 🙂 Pues yo me alegro mucho de que sientas con tanta claridad las decisiones que tomas en tu crianza, es el mejor signo de que te escuchas y la mejor forma de criar feliz. Feliz tus hijos y feliz tú. Así que sigue sobreviviendo a la presión y que el mundo se quede afuera para que sigas disfrutando de tu hijo como TÚ quieres hacerlo. Un abrazo enorme