En estas semanas de confinamiento se han debatido muchos temas, desde muchas posturas y en muchos tonos. La conveniencia o no de cada decisión, de cada trabajo que no se puede hacer o de cada trabajo al que sí hay que seguir yendo. Quién sale, cómo y para qué. Cuánto nos pone en riesgo cada cosa y cuánto nos quita. Dónde está el punto de equilibrio, dónde la mejor opción. Y es muy, muy difícil responder a estas preguntas porque esto que nos está pasando es tan nuevo, tan horriblemente distópico, tan tremendo y tan global que nadie tiene respuestas… todavía. El año que viene, probablemente, habremos aprendido mucho y, de llegar otra oleada como dicen, podremos decidir con más eficiencia cada punto. Pero ahora, es lo que hay. Incertidumbre, miedo y preguntas interminables.
Uno de los temas que más debates y preguntas genera es el de los niños. ¿Necesitan salir, de alguna manera al menos, al aire libre? («necesitar», no querer) ¿Puede ser perjudicial un confinamiento que se alarga tanto para ellos? ¿Cuál es el mal menor? ¿Habría que buscar alguna fórmula viable de mínimos? Y, si se permitiese, cada padre, cada madre, ¿sacaríamos a NUESTROS hijos de casa? Continue reading →