Ya vimos la semana pasada algunos de los problemas más comunes de la lactancia y que, pese a ser responsables del fracaso de muchas lactancias, tienen solución. Hoy te traigo otros tres grandes destructores de lactancia que también puedes resolver con facilidad. Sólo tienes que conocerlos 😉
Grietas: la tortura de dar el pecho con una herida en el pezón
Las grietas son las reinas de la fiesta, ¿quién no ha tenido grietas o no conoce a alguien que ha tenido grietas o ha oído hablar de las temidas grietas? Y es que las grietas duelen, duelen tanto que lloras más que el bebé cuándo le toca comer. Pero tranquila, porque tienen solución.
Las grietas normalmente tienen origen en una mala posición del bebé al ser amamantado, ya sea porque no se coloca bien al pecho o porque hay algo que no lo permite como el frenillo corto que vimos la semana pasada. Por tanto, lo fundamental a la hora de eliminar el problema es revisar la postura, el agarre y que no haya un frenillo corto.
Una grieta debe tratarse como una herida abierta y como tal debe lavarse con suero y dejar al aire. Yo siempre leí que poner la propia leche ayudaba a hidratar el pezón y la verdad es que al principio de nuestra lactancia, cuando no teníamos bien controlado el enganche, cuando me dolía horrores cada toma y parecía que querían salir las temidas grietas, fue lo que hice. Pero hay que tener cuidado porque, si hay una infección o un desequilibrio en la flora bacteriana, podría igualmente empeorar la herida. Tampoco conviene poner ningún tipo de ungüento tipo lanolina en el pezón agrietado puesto que podría macerar la herida y crear una infección. Este tipo de cremas, al igual que la leche materna, es mejor ponerlas para prevenir, si creemos que puede salirnos alguna grieta, que una vez haya aparecido.
Las últimas recomendaciones aconsejan utilizar aceite de oliva, que es antibacteriano. También hay unos parches de hidrogel que se pueden poner sobre la herida y la ayudan a cicatrizar desde dentro hacia fuera sin que haga costra porque cicatriza en humedad y alivian bastante, aunque estas dos soluciones no las he probado personalmente porque he tenido suerte y grieta como tal, de las que sangran, no he llegado a tener nunca (*suspiro de alivio*).
Pezones planos o invertidos: no se va a poder enganchar
Tener los pezones planos, o invertidos, no es ningún problema para la lactancia. Se trata de un mito pero puede restarnos confianza a la hora de abordar las tomas y, eso sí, suponer un problema. Basta que nos digan que no se puede para que, de los nervios que nos produce, no podamos. O ni siquiera lo lleguemos a intentar.
Lo normal es que no haya ningún tipo de problema para amamantar en estos casos puesto que los bebés no enganchan el pezón sino la areola entera si realizan un enganche correcto (de hecho, las veces que enganchan mal y lo hacen en el pezón, duele lo que no está escrito y rápidamente lo corriges). Una vez el bebé está enganchado a la areola y comienza su trabajo de succión, esa misma succión suele ir «sacando» el pezón durante la toma.
En el caso de que en el inicio de la lactancia esta situación dificulte el enganche, lo mejor es consultar con una asesora de lactancia y que nos ayude con las primeras tomas. Las pezoneras pueden ser útiles en estos primeros agarres hasta coger el ritmo e instaurar la lactancia pero conviene usarlas con cautela. Si la asesora te las aconseja, sigue sus indicaciones. Si te lanzas tú sola a probar si ayudan, procura no usarlas en todas las tomas para no habituaros a «necesitarlas», usarlas el menor tiempo posible y, si durante la toma va saliendo el pezón, retirar la pezonera y continuar sin ella. Es decir, úsalas lo menos posible. Además de todo lo anterior, generalmente hacen que el bebé trague más aire durante las tomas y puede estar un poquito más molesto luego.
También puedes usar un sacaleches unos minutos antes de las tomas para «preparar» el pecho y facilitar el agarre del peque. Son opciones y herramientas que puedes usar como ayuda si es que la necesitas pero lo más importante es que estés tranquila y recuerdes que el bebé se engancha a la areola, no al pezón, por lo que no tiene que suponer ningún problema.
Crisis de crecimiento: cuando parece que tu bebe se queda con hambre o ya no quiere la teta
Las crisis de crecimiento son momentos muy comunes de abandono de la lactancia. Son períodos cortos que ponen patas arriba toda nuestra rutina en las tomas y nos pueden crear innumerables dudas y miedos, haciéndonos pensar que algo va mal cuando no es así. Conocerlas y comprender por qué suceden es fundamental para dejarlas pasar sin que comprometan nuestra lactancia ni nos causen estrés físico o emocional.
La primera crisis suele presentarse a los 17-20 días y puede crear la impresión de que el bebé se queda con hambre porque llora si no tiene el pecho en la boca y/o puede estar mamando toooodo el día, enganchado cada media hora o incluso sin soltarse. Es habitual deducir que no tienes leche y el niño pasa hambre, ponerte muy nerviosa y correr a comprar algo con una terrible culpabilidad, pero tranquila. Lo único que busca el bebé es aumentar la producción a través del aumento de la demanda, succionando mucho, mucho más de lo habitual para provocar ese cambio. Con esa succión casi continua el bebé envía instrucciones a tu cuerpo y, en el momento en que el pecho ajuste la producción en base a esas nuevas instrucciones y el pequeñín reciba una cantidad mayor de leche en cada toma, éstas volverán a su ser.
La segunda crisis aparece habitualmente a las 6-7 semanas. Ocurre en esencia lo mismo que en la primera crisis sumado a que, por su desarrollo, el bebé puede arquear la espalda o estirarse hacia atrás de forma que parece que incluso rechaza el pecho. No se trata de eso, sino de ansia. De nuevo, el peque está cambiando su demanda y el pecho volverá a ajustarse.
A los 3 meses hay otra muy común. En la mayoría de los casos, coincide con que el pecho se afloja y ya no está tan lleno como el principio. Esto no es una señal de que nos hemos quedado sin leche, sino de que el pecho se ha adaptado a la lactancia y a la demanda del bebé. La leche ya no está retenida en el pecho esperando a que el niño mame sino que, conforme el niño succiona, la llama. Es como si antes se sentase a una mesa ya puesta y ahora tiene que pedir la comida y esperar que la traiga el camarero, por lo que puede enfadarse si no le gusta la espera. Al ser más consciente de su entorno, además, le llama la atención todo lo que ocurre a su alrededor, por lo que durante el día puede mamar peor y que parezca que solo mama tranquilo durante la noche. La mezcla de estos cambios de rutina y esos pechos que de pronto se sienten «vacíos» puede hacer pensar a la madre, junto con la presión externa que pueda recibir, que su lactancia está fallando. Pero no es así, se trata de una fase totalmente normal y esos pechos, ya no tan hinchados, siguen funcionando tan perfectamente como siempre.
Al año puede venir otra crisis en la que el niño parece perder interés por la comida y querer solo leche materna por lo que muchas madres tienden a quitar el pecho para que el niño coma más cosas (aunque normalmente no hace efecto, el niño come lo mismo prácticamente pero la lactancia se termina).
A los dos años puede haber otra crisis llamada coloquialmente «la traca final», en la que el niño busca el pecho prácticamente para todo y aumenta la demanda que tenía de forma muy llamativa. Suele preceder al destete natural, como una gran fiesta de despedida, y parece que tiene que ver con un mecanismo de la naturaleza para que el peque haga acopio de defensas antes del destete. Algunas madres se desmoralizan en este momento pensando que algo están haciendo mal o que se trata de una regresión a etapas que ya quedaron atrás y, desacostumbradas a la exigencia de esa demanda de «bebé pequeñito», se sienten agobiadas y cercanas a una agitación del amamantamiento (una situación confusa y agobiante de la que hablaré en otra ocasión con más detalle porque me parece un tema que todas las mamás deberían conocer por si les ocurre alguna vez).
Todas estas crisis son pasajeras. Si se toma con paciencia y se comprende que forman parte del natural desarrollo del bebé, se superan sin comprometer la lactancia.
Ya lo ves. Problemas comunes, frecuentes, que todas las mamás vivimos alguna vez durante nuestra lactancia y que tienen solución. Sólo tenemos que conocerlos y saber cómo actuar cuando aparecen. ¡Feliz lactancia!
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Esta temporada estoy leyendo sobre el destete y la crisis de los dos años, ya que mi peque los acaba de cumplir.
Me ha llamado la atención lo que dices de que precede al destete natural, que es lo que me gustaría (creo) que hiciera él. Una matrona me dijo que eran pocos los niños que se destetan solos. Y como podría ser hasta los 7 años incluso…
En fin, que quiero pero no quiero, supongo que será un sentimiento normal…Qué difícil me parece. Y largo, supongo. ¿Meses?
Ay, Silvia. Justo mi peque ha destetado y estoy muy muy sensible con el tema. Mi lactancia ha sido una maravilla y estoy pasando un proceso de duelo por el cierre de esta etapa tan bella. Cuando me estabilice un poco emocionalmente escribiré sobre el tema. Yo la traca de los dos años no la viví, quizá porque desde nuestro destete nocturno a los 20 meses ya teníamos las tomas algo más estructuradas (buenos días, siesta a veces y buenas noches) pero, salvo que tú quieras terminar la lactancia y estés segura, en cuyo caso puedes probar varias opciones muy respetuosas que te ayuden a hacerlo, mi consejo es que te relajes y confíes en que tu peque avanzará y destetará cuando se sienta preparado. La mía, por ejemplo, acaba de cumplir 3 años hace unas semanas, yo no tenía prisa especialmente aunque barruntaba que sería más o menos pronto y, de repente, en cuestión de días, ella ha decidido muy segura que no quiere más. Pero ya te digo que estoy con mucha pena ahora mismo y dejaré pasar un poco de tiempo hasta que el cuerpo me pida escribir sobre ello. Un abrazo
Me imagino cómo estás, supongo que cuando acabemos me dará mucha pena.
Pero esta noche he tenido agitación y hemos acabado llorando los dos… estoy hecha un lío.
Sólo puedo decirte una cosa que te pueda ayudar: escúchate. Pero no a los pensamientos, que serán muy contradictorios. Deja a un lado las ideas, los planes, las exigencias, las culpas, los miedos, intenta sacarlo todo fuera un instante y escucharte en silencio y en calma, a ver qué sientes. Cuando nos escuchamos de verdad, vemos con mucha más claridad el siguiente paso a dar. Un abrazo grande